Gota a gota van cayendo los nombramientos de ministros, altos funcionarios y diplomáticos del nuevo gobierno y asombran la inteligencia y el tino mostrados por Gustavo Petro para formarlo con las personas más calificadas y de larga trayectoria para asumirlos. Se reconoce en ellos el mérito, la honradez y la experiencia. Lejos de atricherarse en su campo político de origen, el nuevo mandatario se abre a otras sensibilidades, pero en el marco de la lealtad con la paz y la lucha contra la corrupción y la desigualdad.
El anuncio de que el nuevo ministro de Defensa será Iván Velázquez es una de las noticias más alentadoras para el país, pues se trata de un jurista de larga trayectoria que ha enfrentado hostigamientos múltiples por su compromiso en la lucha contra el paramilitarismo y la corrupción en importantes cargos y responsabilidades en Colombia y en Naciones Unidas.
Algo notable es que el nuevo mandatario ha designado a varios sexagenarios y septuagenarios de larga experiencia técnica y política, reconociendo así en ellos los talentos de los sabios de la tribu, tan necesarios en un mundo donde reinan la inexperiencia, la ignorancia, la codicia y el arribismo.
Tal es el caso del nuevo canciller Álvaro Leyva, la ministra de Cultura Patricia Ariza, la de Agricultura Cecilia López, el de Hacienda José Antonio Ocampo, así como los representantes de Colombia ante Naciones Unidas, la indígena y luchadora social arhuaca Leonor Zalabata, y el representante ante la OEA, el magistrado Luis Ernesto Vargas.
Otras figuras destacadas que trabajarán por un mejor país son el embajador en Washington, Luis Gilberto Murillo, primer afrodescendiente en ocupar una embajada que era hasta ahora coto vedado de la élite bogotana, el ministro de Educación Alejandro Gaviria y la vicepresidenta Francia Márquez, quien se encargará de luchar contra la desigualdad ancestral de Colombia.
Se perfila de esta forma un gabiente de lujo que tiene como tarea iniciar un cambio que por supuesto tendrá múltiples obstáculos y momentos difíciles para su implementación paulatina. Pero en el movimiento estratégico de sus alfiles se ve la mano de un presidente de verdad, formado, con experiencia y con una biografía larga de luchas por objetivos que en nuestro país parecían utópicos.
Casi todos los gobernantes recientes de este país siempre optaron por rodearse de amigos del club, compañeros de colegio o universidad, parientes de la élite oligárquica, políticos corruptos, gamonales regionales o financiadores de sus campañas, sin pensar nunca en el bien de las mayorías sino en pagar favores y planear el saqueo. Era un Antiguo Régimen de hidalgos crueles y autistas.
Esa ha sido la tónica en la historia del país y hasta hace poco nadie pensaba que eso pudiera cambiar algún día, o que surgiera por fin en Colombia un estadista que pensara en grande para marcar las pautas de un nuevo destino necesario. Un dirigente capaz de hacer historia y mostrar que es posible tener grandes miras para sacar a esta nación del pantano donde lo ha sumido una casta egoísta.
No es extraño que Petro hubiese escogido para descansar antes de tomar posesión de la presidencia una ciudad como Florencia, en Italia, la capital renacentista dominada por siglos por la familia Médicis, donde se dieron las más impresionantes revoluciones cientificas y artísticas del Renacimiento y también las más emblemáticas intrigas del poder y la confluencia tenebrosa de poder financiero y política.
En Florencia la pelea por el poder se dirimía con sangre, ejecuciones, exterminio de opositores, ostracismos y la ambición de la casta dominante era tal que lograron inclusive llevar a dos de los suyos al trono San Pedro, los papas León X y Clemente VII. Allí trabajaron bajo la protección del poder los artistas Boticcelli, Verrochio, Miguel Angel y Leonardo da Vinci, los pensadores Marsilio Ficcino y Pico de la Mirándola o cientificos como Galileo Galilei. Ahí habló desde los púlpitos el predicador Savonarola, ahorcado y quemado en su ciudad natal en 1498. Y por supuesto de ahí es el gran Nicolás Maquiavelo, autor de El Príncipe y Discurso sobre el arte de la guerra, entre otros cásicos.
En ese ámbito renacentista que suele frecuentar el nuevo mandatario y en un país donde en plena pandemia tuvo que enfrentar las incertidumbres de la enfermedad y la hospitalización solitaria lejos de su tierra, como describe en una excelente crónica humana que escribió en su momento, Gustavo Petro sin duda tomó un respiro antes de enfrentar con serenidad los terribles retos y acechanzas que le esperan. Y probablemente en su mesa de noche estaba presente el libro con las recomendaciones que Nicolás Maquiavelo hacía hace medio milenio a un príncipe Médicis. Sin duda lo necesitará en estos tiempos históricos.
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