Eduardo García A.


Es fácil decirlo, pero a lo largo de 30 años la Feria Internacional del Libro de Bogotá ha sido un oasis de cultura en una Colombia marcada por el odio y la violencia, donde muchos líderes políticos en vez de abogar por la conciliación luchan desde siempre por perpetuar el reguero de sangre.
Generaciones de lectores de todas las edades y jóvenes estudiantes han recorrido sus laberintos, asistido a presentaciones y visto desde lejos a múltiples figuras de la literatura y el pensamiento. En los callejones de la Feria ha surgido el amor como un sueño de mariposas y las vocaciones han iluminado a los perdidos que caminaban sin rumbo y encontraron en sus sendero un destino.
Antes de que se iniciara la Filbo, cada año había en el Parque Santander, junto al Museo del Oro y los más antiguos templos de Santafé de Bogotá una pequeña muestra de libros que después, bajo la batuta de Jorge Valencia Jaramillo, se convirtió en el evento que hoy conocemos, uno de los más importantes del mundo al lado de los de Frankfurt, Guadalajara y Buenos Aires.
A lo largo de estas tres décadas los pabellones de Corferias han albergado a las grandes editoriales y a las pequeñas que poco a poco han adquirido con su calidad un rango conquistado contra viento y marea. Autores de España, México, Perú, Portugal, Alemania, Estados Unidos, Italia, y muchos otros países han expuesto sus ideas o leído sus textos a un público atento y generoso.
En esta Feria de 2017 encabezada por Enrique González Villa lo más notable ha sido la presencia de tantos niños y jóvenes de las escuelas primarias y secundarias que han abarrotado las calles de Corferias con el entusiasmo de saber que en sus manos está el futuro del país, una tierra magnífica que ellos sabrán limpiar de los dinosaurios y los tiburones de la violencia que aúllan aun con sus colmillos al aire.
Y además de esa presencia de los nuevos, se destaca también el auge de las editoriales independientes que proliferan en el país y han adquirido una calidad formal que las acerca a los terrenos del arte. Más allá de los grandes y poderosos grupos editoriales multinacionales, lo más importante de esta Filbo 2017 son esas casas editoras que hoy apuestan en el país por la literatura y el pensamiento.
Gracias al talento de muchos jóvenes graduados en letras que han realizado posgrados en el arte editorial en universidades españolas, norteamericanas e inglesas, cuenta el país con una verdadera armada de profesionales que combinan la forma y el fondo para producir libros impecables que compiten con la calidad de las mejores casas editoras del mundo.
La fiesta de las novedades de la Feria Internacional del libro de Bogotá se ha convertido en un banquete inolvidable para quien visita los estands de las editoriales independientes que como Común Presencia, Roca, Peregrino, Collage, Uniediciones, Pijao, Diente de León, Letra a Letra y tantas otras de las universidades del país están realizando un nuevo mapa de la cultura colombiana.
Este año fue invitada Francia, que ha traido miles de libros y actividades al mismo tiempo que definía su destino político. Una calle parisina expuesta en un pabellón donde se siente el olor del pan y los croissants muestra el sendero de la gran cultura de ese país que ha guiado desde la gavia de su sabiduría y talento muchas tendencias espirituales del mundo en Oriente y Occidente.
La tierra de Rabelais, Montaigne, Villon, Baudelaire, Flaubert, Rimbaud, Mallarmé, Proust, Camus, Sartre y tantos otros ha venido a irrigar con su fuerza esta edición de la Feria, que cumple 30 años de celebración permanente. Y junto a los autores franceses, entre ellos el poeta y novelista Stéphane Chaumet, gran amigo de Colombia, toda la fuerza viva de la literatura colombiana se ha expresado durante estas dos semanas que culminan con un éxito sin precedentes.
Juan Manuel Roca, Santiago Mutis, Eugenia Sánchez Nieto, Sonia Truque, Orietta Lozano, Talullah Flores, Nidia Garrido, Elsa Cristina Posada, Maruja Vieira, Beatriz Zuluaga, Julio Olaciregui, Fabio Martínez, Ariel Castillo, Alonso Aristizábal, Fernando Denis, Octavio Escobar, Jaime Echeverry y tantos otros amigos han hablado y leído ante un público atento que no para de llenar los salones y los senderos de la vida editorial.
Porque además de las naciones lejanas la Filbo 2017 ha sido el encuentro, el concilio, de las ricas provincias colombianas, que desde la Guajira a Nariño, desde el Vaupés al Chocó, pasando por Tolima, Cundinamarca y Boyacá, han sabido mostrar a sus autores y la efervescencia lenta que la cultura muestra cuando hay un gran deseo de concordia y de paz.
Estas dos semanas de libros en la Filbo 2017 de Bogotá fueron para todos los visitantes la ocasión de constatar que Colombia es un país emergente, vivo, donde el talento desbordado de sus hijos se abre camino contra la violencia. Politólogos, sociólogos, poetas, narradores, gastrónomos, ingenieros, filósofos, cantantes, actores han venido en estos días de abril y mayo para gritar con fuerza la necesidad de que en vez de armas el país se llene de libros e ideas.
Los fantasmas de José Asunción Silva, José Eustacio Rivera, Aurelio Arturo, Álvaro Mutis, Marvel Moreno, Meira del Mar, Helena Araújo, Fernando Charry Lara y Gabriel García Márquez, han visitado bajo los fuertes aguaceros los templos donde el libro es el mago y el rey y nos han guiado para encontrar las joyas que nos acompañarán en los próximos meses al calor del vino y la literatura.
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