La biografía de Sartre (1905-1980) de Annie Cohen-Solal es una excelente revisión del filósofo, novelista, ensayista y militante francés donde volvemos a revisitar los grandes episodios del siglo XX a través de su visión disimétrica. Tras una investigación minuciosa emprendida después de su muerte, la autora logra hablar con todas las personas cercanas, ancianos, viejos, maduros, jóvenes que estaban en pleno uso de sus facultades y reconstruye todos los episodios de su vida, especialmente los que conciernen su salto a la fama y las décadas en que reinó sobre la moda y la cultura mundiales como líder del existencialismo, antes de vivir el crepúsculo de la ancianidad corporal que le cobró con creces los excesos de las anfetaminas, el alcohol, el tabaco y el gusto de una culinaria autóctona cargada de salsas, grasas, carnes, azúcar y otras sustancias asesinas.
Tuve la fortuna de vivir y estudiar en París durante los últimos años de su vida y escuchar una mañana por radio el llamado que hizo a los jóvenes para que saliéramos a manifestar contra el dictador español, quien se disponía a ejecutar con garrote vil a un puñado de opositores y luego ver sorprendido como decenas de miles obedecían a su consigna e invadían las calles en una de las manifestaciones más inolvidables.
Había pasado después de mayo del 68 un poco de moda, pero su actitud rebelde seguía fascinando. Había rechazado el Nobel, vestía mal, se negaba a momificarse y se distanciaba de sus principales seguidores y colaboradores para acercarse a los jóvenes radicales de diversas tendencias con los que compartía la fiesta y las copas. Se aventuró a seguir con ellos sus delirios de moda, cuando casi ciego y babeante, descuidado y discapacitado, luchaba por vivir, negándose a ser un monumento. Distribuía octavillas y periódicos izquerdistas en la calle, abogaba por las causas del Tercer Mundo.
Meses antes de su muerte, en septiembre de 1979, lo vi en el entierro de Pierre Goldmann, militante de extrema izquierda que había sido asesinado, causando gran conmoción en la ciudad. Me había colado con unos amigos brincando los muros en el cementerio Père Lachaise. Afuera había decenas de miles de personas que no podían ingresar al camposanto. El músico cubano Azuquita tocaba tambores tropicales junto a la tumba y de repente un pequeño vehículo entraba y de él salía Simone de Beauvoir, quien abría otra puerta del carro y extraía de allí a un anciano babeante y tembloroso.
Había saltado a la fama total después de la liberación del país de la bota nazi y antes de los 40 años de edad era el ídolo filosófico de varias generaciones no solo en Francia sino en Estados Unidos, América Latina y muchas otras regiones y países. Sus piezas teatrales causaban sensación en París y se escenificaban en muchas partes del mundo. Sus novelas se vendían por millones y eran traducidas a decenas de lenguas. Sus libros filosóficos, panfletos y ensayos corrían la misma suerte y sus conferencias eran verdaderos espectáculos de un rock star igual a los Beatles o los Rolling Stones.
Fue además un gran enamorado, propagandista del amor libre según acuerdo logrado con su pareja más estable, la feminista Simone de Beauvoir, y vivió múltiples y paralelas historias de amor que son bien relatadas por la biógrafa, quien entrevistó a muchas de sus amigas y novias, todas ellas con grato recuerdo del inteligente y generoso amante. Insaciable lector, escritor compulsivo, redactor de cientos de miles de páginas en jornadas insomnes ayudado por pastillas que luego le cobraron la factura, fue además desprendido del dinero.
Los muchos millones que ganaba los compartía y derrochaba con sus colaboradores y amigos o los invertía en todas las causas perdidas posibles. Así fue Sartre, una especie de Diógenes de su tiempo, renegado de su clase, guía de generaciones existencialistas que daban la espalda a las guerras y vivían al ritmo del jazz y la poesía. Después de leer esta muestra de su vida, uno vuelve a degustar sus piezas de teatro, novelas, ensayos sobre Kierkegaard, y espera algún día leer por fin sus gigantescos mamotretos sobre Jean Genet y Flaubert o sus grandes tratados pasados de moda como El ser y la nada. Sartre era dinamita literaria y tal vez por eso se dio el lujo de rechazar el Premio Nobel que todos los autores codician. Annie Cohen-Solal logra restablecer en esta biografía publicada pocos años después de su muerte la vida múltiple de un personaje que marcó el siglo XX como pocos, anclado en la tradición militante y comprometida de los grandes autores de su país como Voltaire en el siglo XVIII y Víctor Hugo en el XIX. Y aunque haya pasado de moda y se dirija al olvido como todos sin falta, visitar su intensa trayectoria vital es un estímulo para seguir viviendo con pasión la lectura, el pensamiento, la ficción, al mismo tiempo que se vive la vida como un premio equivocado.
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