Eduardo García A.


El ciclismo ha sido una de las pasiones más encendidas entre los colombianos desde las gestas que marcaron las primeras vueltas a Colombia en los años 50 y 60, caracterizadas por una serie de etapas mortales a través de empinadas carreteras impracticables cuya escenografía generó verdaderas leyendas deportivas.
Debido al resquebrajado territorio del país, los corredores debían pasar de correr largas etapas bajo la canícula encendida del Valle del Cauca o la cuenca del Magdalena a escalar cumbres y cruzar helados parajes donde muchos desfallecían y otros lograban pasar a la gloria.
El alto de la Línea, el páramo de Letras y otras cumbres más ofrecieron la gloria a figuras como Ramón Hoyos y Martín Emilio Cochise Rodríguez, entre muchos campeones que fueron los precursores de la larga historia del ciclismo en Colombia, que ahora llega a su clímax con Egan Bernal.
Seis décadas de pasión han producido una decena de generaciones de corredores que poco a poco lograron triunfos en las grandes justas europeas hasta imponerse en la actualidad como pedalistas imprescindibles que animan y dan brillo a las pruebas más famosas en Italia, Francia y España.
Cada generación ha dado sus estrellas y las seguirá dando en estos tiempos de gran tecnología y disciplina, que nada tienen que ver con los pasados, cuando los campeones hoy ya desaparecidos hace tiempo o abuelos en la actualidad corrían en bicicletas primitivas, eran seguidos por vehículos destartalados, se alimentaban con descuido y se enfrentaban a las inclemencias del tiempo en medio del pantano, la lluvia, los deslizamientos de tierra y piedra o cuando chocaban con ganado.
Antes de la televisión generalizada y a color, el centro de esas vueltas y lo que unía al país entero era la radio, ya que hubo locutores de leyenda que competían por la preferencia, como Carlos Arturo Rueda C. y Julio Arrastía Brica, que narraban las etapas aupados en vehículos como reinas de belleza y se convirtieron al igual que los campeones en verdaderas estrellas, amigos de la población, compañeros de vida de varias generaciones.
Después de Ramón Hoyos, Martín Emilio Cochise Rodríguez, Pajarito Buitrago, el ñato Suárez, Carlos Montoya, Rubén Darío Gomez, Miguel Samacá y tantos otros, vinieron Lucho Herrera y Fabio Parra, hasta desembocar en las glorias actuales de Nairo Quintana y Egan Bernal. Todos ellos fueron los ídolos de varias camadas de niños y adolescentes que coleccionaban sus imágenes para llenar los álbumes y esperaban la llegada del pelotón a sus respectivos pueblos y ciudades para celebrar como si fuera la fiesta más importante del año el triunfo de su preferido.
Pegados a la radio los muchachos sufrían cuando alguno de sus héroes pinchaba en la carretera y perdía tiempo o debía retirarse con el rostro sangrante después de una caída. Y al lado de los grandes campeones imbatibles y carismáticos como Cochise Rodríguez celebraban también a aquellos que nunca pudieron ganar una vuelta y se quedaron siempre en los primeros lugares, como ocurría con los legendarios Carlos Montoya y Rubén Darío Gómez.
Cochise Rodríguez fue el primero que saltó de sus proezas locales a los escenarios internacionales y fue campeón en pruebas mundiales de pista, por lo que su figura ocupaba las portadas de los grandes diarios y llenaba las páginas de las revistas deportivas que contaban su vida y leyenda con detalles precisos, convirtiéndolo casi en un santo al que se le prendían veladoras y cuyas fotos adornaban las paredes de las habitaciones de los estudiantes de primaria y secundaria.
Verlo llegar a las ciudades de la montaña casi siempre escapado y a mucha distancia de sus perseguidores, aplaudirlo al cruzar las calles y acercarse a los estadios donde por lo regular concluían las etapas en aquel tiempo precursor, era un placer que nadie se perdía e iluminaba la vida de tantos aficionados de todas las clases sociales, quienes se olvidaban por un momento de pobreza, enfermedades, duelos, crisis, catástrofes, peleas entre políticos y guerras diversas que sin cesar han caracterizado la historia de nuestra patria boba.
Ya hace tiempo que los escenarios principales se trasladaron a Europa, donde los sucesores de aquellas viejas glorias comienzan desde muy jóvenes a competir como Egan Bernal en equipos internacionales de alto nivel, donde comparten con corredores de diversas nacionalidades bajo la guía de entrenadores y técnicos muy competentes.
De las proezas individuales y rústicas de Ramón Hoyos y Cochise Rodríguez se ha pasado a la alta tecnología y a las tácticas y estrategias más complejas. Las nuevas glorias colombianas viven lejos de su tierra, hablan varias lenguas, firman jugosos contratos y saben expresarse con astucia ante las cámaras y frente a la insistencia de la prensa.
Las gran proeza de Nairo Quintana al ganar una histórica y terrible etapa alpina donde se han lucido los grandes desde los tiempos de Gino Bartoli, Jacques Anquetil, Felice Gimondi, Eddy Merck y Bernard Hinault, entre otros, lo deja ya para la historia y la leyenda del Tour de Francia, donde la gloria no necesariamente pasa por ganarlo. Los ganadores de etapas épicas con historia centenaria pueden ser más importantes incluso que algunos ganadores que han triunfado sin coronar ninguna etapa y pasan sin pena ni gloria o son desclasificados luego por doping, como ha ocurrido con Lance Armstrong y otros más.
Y el triunfo de Quintana presagió la gesta posterior de Egan Bernal, que a los 22 años ha sorprendido en esta Vuelta a Francia celebrada por su originalidad en el trazo, las emociones ofrecidas, el retorno al escenario de algunos pedalistas franceses como Alaphilipe, Bardet y Pinot y la imprevisibilidad que ha tenido hasta el último momento como en los viejos tiempos, a diferencia de las anteriores vueltas dominadas de manera hegemónica por corredores anglosajones dopados hasta el delirio.
En muchos campos los colombianos se han destacado siempre a nivel mundial como Gabriel García Márquez, el máximo atleta de las letras, quien "tiró el balón muy alto", como dijo Belisario Betancur al saber la noticia de su Premio Nobel en 1982.
Científicos de todas las disciplinas, artistas plásticos, escritores, deportistas, humanistas y artesanos de genio son la cara amable de un país carcomido por la corrupción, la violencia, la injusticia, la pobreza y la infamia de los políticos, embajadores y altos representantes gubernamentales que hacen el ridículo en el mundo mientras los colombianos talentosos de todas las edades y orígenes le dan brillo y alegría a su tierra contra viento y marea y sin desfallecer en el intento.
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