Eduardo García A.


Diagonal al Café de Flore y Les Deux Magots, bares de leyenda fundados en el siglo XIX frente a la vieja iglesia en Saint Germain de Près, que ahora se han convertido en vitrinas para turistas y escritores exhibicionistas, está el auténtico Café Tabac Québec, que acoge en las noches a la fauna más loca y divertida del barrio, las artes, el cine, las letras y la vida. A veces en la barra uno puede encontrarse al escritor Peter Handke o ver irrumpir este miércoles lleno de alegría al famoso actor belga Benoît Poelvoorde acompañado por vedettes de la televisión, o al pintor Guy Ribes, autor del best-seller Autorretrato de un falsificador y uno de los pilares del sitio desde hace 40 años.
Y junto a ellos no es extraño cruzarse alguna tarde con Gérard Depardieu o con condes venidos a menos, actrices, actores desempleados o payasos precarios que acuden ahí a apurar sus copas de vino entre el bullicio. El café Tabac Québec, pequeño y estrecho, es amado por los rebeldes que se niegan a visitar los bares vecinos que están en diagonal con su público relamido, incauto o sediento de clichés turísticos. Hacia la medianoche arde el lugar y estallan las voces y las carcajadas mientras unos a otros, incluso los desconocidos, se ofrecen turnos de copas.
Aquellos dos bares famosos recibieron en tiempos de preguerras, durante los conflictos y después a las estrellas del momento, como Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir o Marguerite Duras, que vivía al lado, pero ahora solo viven de la leyenda, de los visitantes que acuden con la guía turística o alguno que otro vecino famoso del lugar, como el filósofo Bernard Henri-Lévy, acompañado de los pontífices de la edición, encabezados por Gallimard y Grasset, instaladas en el barrio.
Los adictos del Québec, situado en el número 45 de la calle Bonaparte, son fieles desde hace décadas y se aglomeran en la pequeña barra bastante alicorados a conversar y hacer travesuras o escándalos esporádicos que la dueña, una señora muy formal pero consciente de la atracción de su negocio, tolera con sabiduría. En el Québec cada quien es como es y punto. Hay borrachines pesados que son clientes desde hace muchas décadas y con frecuencia hay disputas por fortuna solo verbales y de alto tono entre algunos de ellos y clientas retiradas de las tablas o de la pantalla que beben igual que los hombres y a veces mucho más y no tienen pelos en la lengua.
Muchos visten de manera excéntrica, otros de manera formal, alguien luce una nariz roja de payaso, otros una peluca color fucsia, y se confunden de esa manera clientes adinerados con pobres que viven de las ayudas sociales, jubilados de alto nivel muy elegantes con su tweed y desempleados cascarrabias con prósperos personajes de la televisión y la radio. Esta noche he acudido con mis amigos el escritor peruano Mario Wong, el pintor mexicano Julio Carrasco y el artista plástico Gustavo Nieto. Y de inmediato nos hemos trenzado en la agitación interminable del sitio a esas horas de la noche, mientras un grupo de bellísimas chicas gritan de emoción al ver cruzar hacia al interior al belga Poelvoorde, que brinda y abraza a sus amigos y admiradoras. La conversación gira en torno a la pintura y a las derivas de la televisión junto a la barra, a medida que el ambiente se caldea hasta la asfixia.
Lo que caracteriza al Québec, situado estratégicamente en la rue Bonaparte y el carrefour más añejo de la ciudad, es la autenticidad de esa clientela fiel del barrio que anima el lugar con sus extravagancias alcohólicas ante los clientes más formales que se sientan a las mesas. Antes el barman era el inolvidable Michel, recién fallecido, quien era un prestidigitador alto, de bigote y de estilo muy francés con su chaleco y pantalón negro y camisa blanca, el típico uniforme del garçon, que gustaba hacer piruetas y magias a los clientes, quienes le ofrecían a cambio copas de su vino favorito y al final terminaba tan animado como sus principales habituados. Michel fue la animación durante muchos años y su desaparición se sintió como la de una institución imprescindible que se va. Pero pese a su retirada de este mundo, el Québec sigue firme, mientras una larga cola permanente de clientes espera con paciencia para comprar tabaco. La dueña regenta ese estrecho lugar que atrae como moscas a los fumadores, ya que es el único sitio cercano donde los viciosos y viciosas encuentran la mercancía preciada.
El Québec es menos famoso que los otros, pero el más auténtico y marginal. La brasserie Lipp, que tiene 135 años, está situada no lejos en el número 151 del boulevard, frente a los viejos bares decadentes aunque prósperos, y está cargada de historia como ellos, pues allí fueron clientes Saint Exupéry, Hemingway, André Gide, André Malraux, Drieu La Rochelle, Ramón Fernández, Louis Ferdinand Céline y Camus, entre otros centenares de escritores pobres o ricos. El Café de Flore, fue sitio frecuentado primero por la extrema derecha de la Acción Francesa antes de dar el paso a surrealistas y existencialistas. Le Deux Magots, que al parecer recibió a Rimbaud, Verlaine y Mallarmé, y después a Elsa Triolet y Louis Aragón, es aun más antiguo y ha atravesado las épocas más turbias.
En los últimos años la ciudad ha cambiado y se ha vuelto cada vez más multicultural y activa hasta altas horas de la madrugada. Las nuevas generaciones han reconquistado la noche como en otros tiempos y con mayor fuerza aun después de que los terroristas del Ejército islámico irrumpieran frente a los cafés para ametrallar a decenas inocentes clientes como nosotros que se divertían. Como respuesta la gente quiere vivir aun más en medio de los conflictos que tocan a las puertas de la ciudad como en otras épocas, lo que la hace más real y auténtica. El bullicio del Québec es ahora uno más de esos mil indicios de que la vida continúa como en Los Años Locos de entre-guerras encabezados por la bailarina Joséphine Baker y sus espectáculos del Folies Bergère.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015