Muchas personas se me han acercado para preguntarme por la veracidad de los episodios que narra la novela sobre Bolívar, que por estos días se pasa por la televisión colombiana; y yo me siento aterrado de que se acuda a tantos argumentos de última hora, en donde es claro que la intención no es enseñar historia, sino acumular televidentes que mejoren una sintonía y por lo tanto una pauta publicitaria.
En ese tipo de versiones nunca hay que creer, llevan el título de novela, y en la novela todo cabe, pues ésta no es más que el producto de la relación de un autor que trabaja en pos de una narrativa entretenida y con fines comerciales, y no de una secuencia veraz de hechos ocurridos.
Cuando García Márquez escribió la suya sobre Bolívar, llovieron de inmediato las críticas, pues se apreciaban muchas imprecisiones. Cuando se le preguntó por los reclamos que se hacían, él simplemente se limitó a decir, que a los lectores se les olvidaba que lo que estaban leyendo era una novela.
Por esta razón es que en aras de la sintonía, hay que buscar argumentos llamativos, que desesperadamente hagan encender televisores; y esta la razón por la cual en la novela de ahora aparecen escenas denigrantes contra el general Santander y a Manuelita la pintan como una loca.
Y en todo ese mar de confusiones, cada cual se cree con derecho a inventar la historia y a transmitir con conocimiento errático de las circunstancias. Aquí es en donde nos damos cuenta que la causa está en la ausencia de la cátedra de historia de los planteles educativos, pues hace 35 años se suprimió, lo que ha significado que las nuevas generaciones de colombianos no conocen su pasado y son presa de cualquier embaucador que inventa y acomoda hechos, para transmitir un conocimiento totalmente absurdo.
El brillante escritor piedracielista Eduardo Escobar, se queja por estos días de la situación que padecen los colombianos frente a la realidad de nuestra historia, y nos dice que “Tras casi doscientos años de su muerte, Bolívar es un enigma. Depositario de ditirambos y vituperios”. Santander también lo es, y tal vez en mayor proporción, y lo mismo podríamos decir de casi todos los próceres. Y a todo esto seguimos marchando en medio de la ignorancia y con la mentira encima.
Estamos hartos de que la historia nos la hayan vuelto una novela, y ya es hora de sacudirnos de ese karma, que nos condena definitivamente la farsa, a la falacia y al fraude en el conocimiento.
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