Las teorías económicas, desde Adam Smith al presente, han reconocido la educación como un elemento fundamental para el crecimiento económico y social. En su obra “Origen y causa de la riqueza las naciones”, Smith planteaba, que de la misma for ma que el propietario de una costosa máquina recibe una renta adicional por su posesión y por vincularla a una actividad productiva, quienes poseen una habilidad especial para un determinado trabajo, que la ha cultivado con esfuerzo y sacrificio, también deben recibir una renta adicional al poner esa capacidad al servicio de la producción. Este planteamiento se siguió desarrollando en el marco de la teoría del crecimiento económico y en 1959 Theodore Schultz (Premio Nobel de Economía) en su libro “Invirtiendo en la gente” acuño el concepto “Capital Humano” para referirse a quienes poseen conocimiento y capacidad para poner su formación académica al servicio de la sociedad; desde entonces, han sido muchas las vertientes de la teoría económica que se han ocupado de estudiar el efecto creativo de la educación y el buen estado de salud en el crecimiento de la economía y en el mejoramiento de las condiciones sociales de la humanidad. Desde la perspectiva de Alvin y Heidi Toffler, en la actualidad vivimos en la era del conocimiento, por cuanto es innegable que la educación se ha constituido en un bien fundamental para el buen desempeño económico de las naciones, al igual que en un factor de movilidad social y económica para los individuos en particular. Pero ha de ser una educación de calidad en todos los niveles -básico, medio, superior- para garantizar su impacto social. En este sentido, es importante destacar que esta educación superior genera grandes beneficios tanto para las personas que pueden acceder a ella como para la sociedad en su conjunto; no sólo facilita el acceso a mejores empleos y remuneraciones, sino que también permite acceder a la salud de mejor calidad y una participación mas activa en la sociedad, además, y realizar el proyecto de vida personal.
El documento “Trayectoria y políticas de inclusión en educación superior en América Latina y el Caribe en el contexto de la pandemia” publicado por la Cepal (Comisión Económica para América Latina), señala que los últimos veinte años han sido los de mayor crecimiento en la cobertura de la educación superior a nivel mundial, por cuanto que en 2000 la tasa de cobertura bruta (TCB) alcanzó un 19%, en 2010 fue de 30% y en 2018 llegó a 38%. Este rápido crecimiento presenta fuertes contrastes entre las regiones del planeta, siendo Europa, Asia y Oceanía los de mayor crecimiento. En América Latina y el Caribe también se observa este rápido crecimiento, y la información disponible del año 2018 sobre 20 países indica que casi se duplicó la TCB entre 2000 y 2010, al pasar de 23% a 41% en sólo diez años, mientras que entre 2010 y 2018 se mantuvo el crecimiento, pero a un ritmo menor, alcanzando un 52% en 2018. En Colombia la TCB alcanzó el 55,3% siendo una de las mayores en Latinoamerica. Si bien es cierto que en América Latina, en general, y Colombia, en particular, se han logrado importantes avances en la cobertura de educación superior, todavía es necesario seguir avanzando en la inclusión de aquellos que por restricciones económicas o dificultad de acceso a los centros educativos aún no logran incorporarse a la educación superior, aun teniendo, el interés, la capacidad intelectual y de esfuerzo para alcanzar esta formación y aportar con ella al país y lograr transformaciones importantes en su vida y en la de sus familias.
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