Uno de los principales patrimonios de un líder es la confianza que despierta en su comunidad. Para los gobernantes esta confianza se hace indispensable como quiera que hay que acudir a ella en momentos de confusión y crisis. Algunos inician sus periodos con un gran respaldo social y otros, como en mi labor desde la Gobernación del Valle, fue trabajada desde el primer día de gestión por alcanzarla.
 
Ese liderazgo lo construimos convocando a todos los sectores de la sociedad como el sector privado, sector público, la academia, las organizaciones sociales y escuchando a las comunidades respecto a sus necesidades más sentidas. De este modo, fuimos construyendo
confianza y pudimos concretar de manera articulada, un Plan de Desarrollo que ejecutamos con una gestión efectiva, transparente y participativa.
 
Estas reflexiones las hago a propósito del resultado de la reciente encuesta realizada por Gallup Poll, que revela cómo muchos de nuestros gobernantes en el país registran descensos en su imagen de favorabilidad, como reflejo de un malestar social frente al desempeño de su gestión. De hecho, actualmente existen 58 procesos de revocatorias de mandatarios.
 
Pero es justo decir que ellos han tenido que enfrentar un fenómeno de carácter mundial sin precedentes: la pandemia del covid-19, con todo el impacto social, económico y de salubridad que desató y que obligó a replantear sobre la marcha los programas de gobierno con que fueron elegidos y que apenas comenzaban a implementar.
 
En una democracia es válido que la sociedad, cuando no se siente representada, le reclame a sus gobernantes y acuda a herramientas como al revocatoria. Sin embargo, en un momento de crisis como el que vivimos, vale la pena pensar si es lo más oportuno.
 
Por eso, el resultado de esta medición debe ser una oportunidad para revisar las acciones y el diálogo que se debe tener con quienes los eligen con su voto. Un momento para hacer un alto en el camino, evaluar las decisiones tomadas y los errores que se puedan haber cometido.
 
Parte del éxito de un líder recae en valorar el diálogo con su comunidad para la cual trabaja. Atender con humildad la crítica y abrir espacios para la discusión. Articular y generar un liderazgo colectivo que ofrezca confianza, será positivo para sus comunidades, sus gentes y el propio gobierno, en un momento que necesitamos unión, aún en la diferencia. 
 
Desde mi experiencia, puedo compartir que convocar y trabajar con los sectores público, privado y la academia en un solo propósito de desarrollo, redunda en el bienestar de su gente y el mejoramiento de su calidad de vida.