Dilian Francisca Toro Torres


En los últimos meses he viajado por el país para conocer de primera mano las realidades que vive la gente, especialmente quienes habitan los territorios más apartados y olvidados de Colombia. Una experiencia que ha reafirmado una de mis mayores convicciones: el país se construye desde las regiones. Y es allí, desde las regiones, donde deben surgir las políticas públicas como respuesta a las problemáticas reales de las comunidades.
Esta convicción toma más fuerza si tenemos en cuenta los efectos que la pandemia han causado en el país. Según el Dane, el año pasado la economía se contrajo en 6,8%, la más grande desde 1975, mientras que en enero pasado la tasa de desempleo subió del 13% al 17,3%, lo cual demuestra que estamos muy lejos de resolver esta dura crisis. Sin embargo, quienes están en los municipios, veredas o barrios marginales de las ciudades, más que preocuparles esos datos fríos, lo que les angustia es cómo mejorar su situación económica y social en sus territorios.
Aunque hay diferencias entre un departamento y otro, en todos existe la necesidad de reactivar la economía. Para ello, se deben apoyar estrategias que mejoren la productividad, creando incentivos para proteger el tejido empresarial, sobre todo para quienes generan la mayor cantidad de empleo: las micro, pequeñas y medianas empresas. También, incluir hogares con redes de protección social, con medidas como un Ingreso Básico Transitorio dirigido a los más vulnerables, sobre todo, a los informales e independientes, como el Ingreso Solidario. Pero se debe aumentar el monto de estos ingresos y lograr que llegue hasta 9 millones de personas, que hacen parte de los “olvidados” de este país.
Es necesario también priorizar al campesino y al campo, optimizando toda la cadena productiva, el fortalecimiento de mecanismos asociativos y dándoles acceso y garantía al 100% de los préstamos del Banco Agrario. Además, hay que impulsar una reforma estructural a la salud pública en la cual se priorice la atención primaria, con atención integral continua y sin barreras en la que el centro del sistema sea el paciente.
De otra parte, merece especial atención la mujer, la mayor víctima en esta pandemia, al estar asediada por el desempleo (en 2020 se ubicó para ellas en 20,4%), además de la sobrecarga de trabajo en casa y el maltrato. En ese sentido, el Partido de la U impulsa el proyecto de Ley ‘Ingreso Mujer’, que busca brindar acceso a un recurso monetario temporal para la mujer cuidadora en condición de vulnerabilidad. Pero también, se deben asegurar unas rutas de atención integral para evitar que la mujer abusada sea revictimizada, y así pueda denunciar y le sean restituido sus derechos y su dignidad.
No menos importante resulta privilegiar la sociedad del conocimiento, invirtiendo más recursos para la ciencia, la investigación, la innovación y las tecnologías, que nos pongan a la altura de los desafíos de un mundo globalizado. Todo, dentro de un desarrollo sostenible que no atente contra el medio ambiente.
Más que dedicarnos a combatir enemigos de izquierda o de derecha, debemos entender que nuestro enemigo común es la desigualdad. Y es sólo escuchando los problemas de la gente en las regiones y buscando soluciones pertinentes, que podremos disminuir las grandes brechas, sociales que nos aquejan. Es hora de retomar el camino para construir una Colombia que merece volver a confiar y a sonreír.
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