Octubre de 2020 y octubre de 2021 no se parecerán en nada a octubre de 2019. Esto fue lo que señalaron al inicio de la pandemia Amesh Adalja y Michael Osterholm, expertos en epidemias y enfermedades emergentes del Johns Hopkins University y la Universidad de Minnesota. Hasta ahora, el comportamiento del coronavirus les ha dado ampliamente la razón a los dos científicos, con un agravante: aún no sabemos qué sigue, ni cómo será octubre del 2022 o del 2023.
Una proyección que puede dar luces es la de la periodista Sharon Begley, quien ha previsto tres posibles escenarios: pequeños brotes recurrentes, luego de haber tenido la ola más grande de contagios en 2020; una ola monstruosa, más feroz e incluso más duradera que la del año pasado, debido principalmente al relajamiento del verano y el fin de año, luego de la cual vendría la calma; o una crisis persistente, en la que los brotes serán permanentes y de tamaño similar hasta que se logre la inmunidad al virus.
La incertidumbre de millones de ciudadanos, sobre todo los más vulnerables y los que ejercen actividades económicas que requieren el contacto físico, se ha acrecentado en las últimas semanas debido a los nuevos cierres, toques de queda e intensificación de las restricciones, derivadas del incremento en el número de contagios, ocupación hospitalaria y muertes.
Igual que en 2020, a esta altura la discusión no debe ser si priorizar la salud o la economía, ya que está claro que ambos aspectos deben protegerse. También es evidente que la única institución con margen, autoridad y capacidad de ayudar a sobrellevar y superar la crisis económica es el Estado, ya que como señalaba el economista John Maynard Keynes “lo importante para el gobierno no es hacer cosas que ya están haciendo los individuos, y hacerlas un poco mejor o un poco peor, sino hacer aquellas cosas que en la actualidad no se hacen en absoluto”.
Y lo que nadie está haciendo en la actualidad es proteger económicamente a muchos sectores afectados por las sucesivas olas del virus. Actividades como el entretenimiento en bares y discotecas y otras iniciativas empresariales, han tenido en la reapertura su única medida de recuperación económica, por lo cual las nuevas medidas de restricción afectan gravemente sus posibilidades de mantenerse a flote y generar ingresos para cubrir sus obligaciones.
Lo grave es que las prohibiciones algunas veces se podrán dilatar o moderar, pero en otras ocasiones simplemente se deberán aplicar, como se está viendo en muchos países alrededor del mundo. Por esta razón, es urgente que los apoyos estatales se incrementen y sean orientados a sectores que no han recibido ayudas y están al borde del desahucio, ya que una cosa es tener que cerrar la empresa o el local teniendo un colchón financiero para sobrellevarlo y otra cosa es hacerlo sin él.
Es el momento de ampliar el monto y los beneficiarios de los subsidios con el propósito de proteger empresas y empleos. Es también momento de analizar por qué si en Colombia el 80% del empleo es generado por las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas, casi la mitad de los recursos del subsidio a la nómina ($2,3 billones de pesos) se han ido para empresas grandes o muy grandes, o por qué este programa tiene cada vez menos beneficiarios, ya que pasó de un poco más de 100.000 empresas apoyadas en junio del año pasado a unas 70.000 al cierre de 2020. Esta inequidad en la estructuración y distribución de las ayudas genera malestar ya que, por ejemplo, empresas con domicilio en el extranjero como Avianca han recibido más de $5.000 millones de pesos en subsidios públicos, mientras miles de establecimientos nacionales han quebrado o están a punto de hacerlo sin ninguna protección por parte del gobierno.
Colombia sigue siendo uno de los países que más se ha tardado y que menos ha invertido en la atención de la crisis económica, lo cual es inadmisible, sabiendo que existe, no solo la necesidad de actuar rápida y audazmente, sino también la disponibilidad presupuestal para lograrlo.
Hay que seguir exigiendo que en medio de un virus altamente peligroso y de una depresión económica profunda, se aseguren la vida y los medios de vida.
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