Pese a no haber votado por Carlos Mario Marín, recibí con optimismo su elección en 2019, no sólo por la holgada victoria que obtuvo frente a la coalición liberal-uribista, sino también porque su elección le dio más fuerza a la esperanza de muchos sectores de impulsar cambios en la ciudad.
Los primeros anuncios, mensajes y señales, como el congelamiento del valor del pasaje de buses y busetas en 2020, la selección de un equipo en el que se nombraron hombres y mujeres con importantes trayectorias y liderazgos, el criterio de paridad de género en el gabinete o la construcción participativa del Plan de Desarrollo, fueron coherentes con el mensaje de desplazar el estilo tradicional de gestión pública y de abrir a la ciudadanía espacios de construcción colectiva.
Sin embargo, las ejecutorias de tiempos recientes parecieran alejarse cada vez más de las promesas y consignas de campaña. Acaba de decretarse un incremento en el pasaje de transporte público exagerado, que no se compadece con la realidad económica de los manizaleños. Incrementar en $150 pesos el pasaje (7,5%), en medio de una profunda crisis económica y en un año en el que el incremento del Salario Mínimo fue de apenas el 3,5%, no solo atenta contra el bolsillo de los ciudadanos sino que es contraproducente contra ese medio de transporte, ya que año a año la gente se deja de movilizar en buses o busetas por considerar que es un servicio demasiado costoso.
En términos del equipo de gobierno, el gabinete ha cambiado tanto en 12 meses, que hoy, pese a la continuidad de secretarios con una importante incidencia, son pocos los funcionarios que han mantenido sus procesos y proyectos. Ni hablar de la equidad de género en el nombramiento de los cargos directivos: solo el 20% de las secretarías, jefaturas de unidad o gerencia de las entidades descentralizadas se encuentran en manos de mujeres, pese a que una de las consignas de la administración fue empezar a equilibrar la cancha, dándoles una representación paritaria.
Igual de preocupante es la desconexión con varios sectores de la población. Si algo se tenía que recomponer luego de los 4 años anteriores, en los que se personalizaron los debates, era el diálogo auténtico con la ciudadanía. Pero a la fecha, no se ha comprendido que la comunicación oficial no es un proceso para exponer la personalidad del gobernante todo el tiempo o hacer propaganda con actos cotidianos, sino que se trata de algo más profundo: empoderar a los ciudadanos, abrirles espacios auténticos de diálogo, dotarlos de herramientas para hacer veeduría y darles voz para incidir en los asuntos públicos.
Esta incomprensión también quedó evidenciada en el proceso del malogrado presupuesto municipal. Pese a que las mayorías apoyan al Gobierno Municipal, el presupuesto de 2021 fue hundido porque varios concejales de gobierno e independientes no estuvieron de acuerdo en otorgarle facultades especiales al Alcalde y porque no fueron tenidas en cuenta las peticiones de incrementar los recursos para la recuperación de empleos y empresas, necesarios para enfrentar la crisis económica generada por el Coronavirus.
El Alcalde debe entender que el amplio mandato ciudadano que le dieron los manizaleños no es un cheque en blanco. Ese respaldo debe ser utilizado para unir, no para dividir o llamar huérfanos de poder a quienes disentimos de él en asuntos concretos, como si aún estuviera en campaña electoral. Manizales no es un enorme escenario de lucha partidista, es un territorio con todo el potencial para construir y consolidar paz, equidad, diversidad, sostenibilidad, prosperidad y democracia.
Si se lo propone, Marín tiene tiempo y margen para recomponer el rumbo, pero para ello deberá llenarse de serenidad, consolidar un equipo de gobierno capaz y con autonomía, asumir que en democracia las críticas son necesarias, deshacer las redes de nepotismo al interior de la administración y retomar las banderas de la lucha contra la corrupción, la transparencia, la gestión frente al cambio climático, la movilidad sostenible y la generación de oportunidades para mujeres, jóvenes y otros sectores.
Muchos esperamos, por el bien de la ciudad, que en este y los próximos años haya mayores certezas y claridades. El cambio en Manizales está aún por construirse y las transformaciones profundas que logren reducir desigualdades, ampliar derechos y fortalecer la construcción de ciudadanía, serán fruto de procesos colectivos basados en la esperanza, la innovación y la colaboración.
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