En un capítulo de la serie de Netflix Black Mirror un ejército combate a grupos de mutantes que tienen que ser exterminados. En realidad, no se trata de mutantes sino de seres humanos que son expuestos a los soldados, gracias a un chip implantado en su cerebro, como seres abominables o cucarachas como son llamados despectivamente.
El gobierno concibe a este grupo como una raza inferior, razón por la cual, a partir de tecnología y doctrina, es mostrada de forma monstruosa, con el fin de deshumanizarles y no generar remordimiento en los soldados que tienen la orden de matarles.
Esos objetivos de despojar de la humanidad a los enemigos y convertir a algunos sectores de la población en blanco militar, han calado profundo en la doctrina de muchas fuerzas armadas.
Adriana Villegas denunció el 18 de octubre en su columna de LA PATRIA cómo los soldados del Batallón Ayacucho de Manizales, a través de sus cánticos diarios, denigran, violentan y deshumanizan a las mujeres. De acuerdo a las canciones que Adriana, su hija y miles de vecinos tienen que escuchar diariamente, las mujeres son poco menos que trofeos de guerra y son objeto de una violencia directa y salvaje.
Frente a esto, señala Montserrat Cervera que la violencia contra las mujeres es un arma de guerra permanente. Acá y en muchas partes del mundo, por igual, actores legales e ilegales, conciben a la mujer como un premio o como un artefacto desechable, por lo cual merecen ser violadas, torturadas, asesinadas o padecer una suma de estos y más vejámenes.
Cervera indica que el machismo ha estado en la base de la construcción del militarismo en muchas partes del mundo, lo cual se refleja en múltiples y permanentes apelaciones a lo sexual como forma de dominación, “desde comparaciones del pene con el fusil, entendido como arma de ataque y control, hasta vinculaciones entre la defensa de la pureza e integridad sexual de la novia o la madre y de la Patria”.
Guerras como las de los Balcanes, Congo o Ruanda, en las cuales se orquestaron violaciones masivas, los abusos y la intimidación contra las mujeres en Egipto en medio de las protestas de la Primavera Árabe, al igual que los reiterados abusos y violencias que suceden en Colombia en el desarrollo de un conflicto armado prolongado, demuestran que la misoginia, el machismo y la cultura patriarcal, lejos de ser aspectos ajenos a los ejércitos, hacen parte de un repertorio de violencias bastante extendido.
Las violentas canciones entonadas por los jóvenes reclutados por el Ejército de Colombia no son casos aislados. Se trata de una doctrina y de un modus operandi que constantemente victimiza a las mujeres. Así lo demuestran los hechos: existen denuncias por abusos sexuales contra menores de edad en las que están involucrados 118 soldados, según reconoce el Comandante Zapateiro; este año, una niña indígena de 13 años fue violada por siete soldados en Risaralda; en 2019, una adolescente, también indígena, fue secuestrada 5 días y violada por personal del Ejército en Guaviare; en 2012, también fueron abusadas sexualmente 11 niñas en Nariño por parte de militares. Según la Encuesta de Prevalencia sobre Violencia Sexual en el Contexto del Conflicto Armado, durante 2008 y 2010 de 52.681 informes periciales sexológicos por presuntos delitos sexuales contra las mujeres, 219 tenían relación directa con actores del conflicto armado, siendo los principales agresores la Policía (38,8%) y las Fuerzas Militares (19,2%).
Por todo esto, Adriana, el Bloque Feminista de Manizales y miles de personas, exigimos disculpas públicas por parte del Ejército de Colombia y demandamos una reformulación urgente de la doctrina militar. Desafortunadamente, la respuesta de la institución ha estado plagada de generalidades y vaguedades, asemejándose mucho al ejemplo dado por el ministro de Defensa y el presidente, los cuales siempre le echan la culpa a unas “pocas manzanas podridas” y sacan excusas en lugar de pedirlas.
Si queremos una sociedad libre de violencias, tendrá que llegar la hora en que se entienda y se asuma por parte de militares -y otros actores- que las mujeres no son un botín de guerra.
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