Esta semana la congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez fue insultada por otro parlamentario, quien se refirió a ella como una “puta perra”. Como lo explicó la misma Ocasio en una formidable réplica al agresor, estos insultos no son nuevos, a ella no es a la única mujer que le sucede algo así y el hecho va más allá de un incidente personal: es cultural.
En un intento por no normalizar los miles de insultos y agresiones contra las mujeres, pero también de visibilizar los múltiples cuestionamientos inapropiados, juicios de valor primitivos y opiniones no pedidas por parte de los hombres, Ana María Mesa inició un extenso diálogo en marzo de este año en Twitter con la etiqueta #ComoHombres. El ejercicio consistió en invertir la relación en los mensajes que usualmente los hombres difundimos sobre las mujeres, dando como resultado que al voltear la torta surgieran más de 300.000 mensajes como “Príncipe, no seas tan emocional”, de Adriana Villegas o “Yo a usted me lo voy a comer así usted no quiera”, de @MadameLayla.
La tendencia de Twitter se convirtió en libro con el fin de denunciar que estas violencias suceden todos los días sobre los cuerpos y mentes de las mujeres, y visibilizar los efectos de estos abusos en su seguridad, confianza y autoestima. Como era de esperar, tanto la tendencia como el libro han generado incomodidad y molestia, tanto en personas que no comprendieron su naturaleza sarcástica, como en algunos que, entendiendo esto, consideran que no se debe exponer así el maltrato que ejercemos mayoritariamente los hombres sobre millones de mujeres día a día.
Parte de la discusión alrededor de #ComoHombres y el feminismo, pasan por el cuestionamiento sobre qué tan arraigado está el machismo en nuestra sociedad. No hace falta leer grandes teóricas, ni escarbar muy profundo para darse cuenta que el patriarcado existe y es tan poderoso debido a que se ha convertido en un dispositivo cultural profundamente extendido, interiorizado y normalizado.
La cultura patriarcal está tan acomodada en las cabezas y corazones de muchos, que, sin distinguir nacionalidad, clase o género, millones de personas conciben como algo natural que las labores domésticas no sean consideradas trabajos y las asumen como una obligación exclusivamente femenina. Yo mismo creí por mucho tiempo que parte indispensable del papel de mi mamá y de las mujeres en general, era ese, y que esas actividades no debían recaer en manos de los hombres porque solo estábamos llamados a realizar “las cosas importantes”, las grandes gestas.
Gracias a escritos, denuncias, consejos, emberracadas, historias y ejercicios como el de Ana María, he reconocido en mí muchas acciones y pensamientos machistas y de acoso. Mi concienciación y cambio de conductas están lejos de ser plenas o integrales, quedan todavía muchas ideas y actitudes de ese tipo, pero ese aprender y desaprender permanente han generado que las relaciones con las personas a mi alrededor, y que mi propia vida, sean mucho más justas y liberadoras.
#ComoHombres hace parte de ese nuevo repertorio de acciones de denuncia y divulgación con el que el feminismo “busca una transformación social profunda y de amplio alcance”, de acuerdo a la filósofa y activista política Nancy Fraser. Precisamente Fraser, junto a Cibzia Arruzza y Tithi Bhattacharya, señalan en Feminismo para el 99% que la lucha por alcanzar la equidad puede hacer profundizar “la comprensión que tenemos de nuestra propia opresión (...) y, además, puede motivarnos a interpretar nuestros intereses, redefinir nuestras esperanzas y expandir nuestro sentido de lo que es posible”.
En esa búsqueda y construcción de alternativas, además de las tareas colectivas de la sociedad, los hombres tenemos una responsabilidad directa y profunda por haber sido los más viejos y mayores practicantes de un machismo que hiere, fragmenta, mutila y mata, con una impunidad cercana al 100%.
Una buena forma de contribuir a la construcción de esa equidad es tener el corazón y las inteligencias dispuestas para el feminismo y para la justicia.
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