Cristóbal Trujillo Ramírez


Juan Bautista de la Salle fue un sacerdote, teólogo y pedagogo nacido en Francia en 1651. De una familia acomodada, sacrificó toda su fortuna en pro de la educación de los jóvenes pobres de la sociedad francesa. El 15 de mayo de 1950, el papa Pío XII lo consagró como patrono de los educadores, y para esa misma fecha el presidente de Colombia, Mariano Ospina Pérez, institucionalizó el 15 de mayo como Día del Maestro. San Juan Bautista de la Salle dedicó su vida al servicio de la educación, con especial énfasis en la formación de maestros por medio de las Escuelas de los Hermanos Cristianos, y fue el pionero de la gratuidad de la educación.
Es muy saludable hacer el ejercicio de retrotraerse y ubicarse temporal y espacialmente en la vida de San Juan Bautista de la Salle. Para nosotros los educadores, sus magistrales lecciones no solo han sido grandes aportaciones, sino que además tienen total vigencia a pesar de haber transcurrido más de trescientos años: “Si quieren que sean provechosas las instrucciones que dan a los que tienen que instruir, para llevarlos a la práctica del bien, es preciso que las practiquen ustedes mismos”.
Quise traer a la reflexión esta bella lección de San Juan Bautista de la Salle, porque para mí encierra tres virtudes que se convierten en mojones fundamentales en la estructura de un maestro. La convicción de lo que es y lo que enseña, la práctica de lo que predica y la pasión por lo que hace como fuerza inagotable de su vocación. Si alguno de estos elementos hiciese falta en la estructura de un maestro, ciertamente creo que estaríamos ante otro personaje seguramente muy respetado: un guía, un orientador, un instructor, un agente, pero no un maestro.
Jorge Enrique es un profesor de música y se le ha encomendado la dirección de la banda sinfónica del colegio, cargo que ha desempeñado con lujo de competencia. Cierto día y a propósito de esta época de confinamiento, llego al colegio a atender tareas relacionadas con la distribución de mercados para las familias que atraviesan angustias de abastecimiento de alimentos y encuentro al profe en el hall de entrada con todo el inventario de instrumentos de la banda ya embalados y listos para ser despachados. “Maestro, ¿qué paso?”. “Rector, lo estaba esperando para que me autorice a entregarles estos instrumentos a los muchachos, yo mismo se los voy a llevar y le traigo las actas firmadas”. Por supuesto que la solicitud fue aprobada, y fue para mí de gran impacto, de profunda emoción, pero en medio de toda la incertidumbre que produce la crisis, fue emocionante ver al maestro Jorge Enrique con una tuba al hombro caminar veinte cuadras. Uno a uno entregó todos los instrumentos, muchos a pie, otros en su auto. Adicionalmente a ello, les está enviando las partituras por medio de fotos de chats y aplicaciones, mientras ellos por el mismo medio le devuelven cortos videos que replican la práctica en casa.
No sé si el maestro Jorge habrá leído las enseñanzas de San Juan Bautista, pero sí estoy seguro de que es uno de sus principales discípulos. En su proceder evidencia su integridad como maestro. Solo la convicción, el ejemplo y la pasión hacen posible una práctica docente de esta dimensión y compromiso. Gracias, maestro Jorge. Y gracias a todos aquellos maestros que como Jorge día a día les entregan a sus estudiantes lecciones de vida. Hoy, más que en cualquier otro momento de la historia, la escuela necesita verdaderos maestros.
¡Feliz Día!
*Rector Instituto Universitario de Caldas
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015