Cristóbal Trujillo Ramírez

El pasado 19 de septiembre se cumplieron los cien años del natalicio del maestro Paulo Freire, pedagogo y pensador brasileño que defendió la pedagogía crítica, un movimiento del cual fue un gran exponente. La verdad, los aportes que le hizo a la educación y el legado que nos dejó a los maestros del mundo son muy amplios y generosos; pienso, en consecuencia, acusándome en primer lugar, que los maestros nos hemos quedado bastante cortos no solo en el conocimiento de su brillante producción intelectual, sino también con su difusión y aplicación. Ojalá esta reflexión sirva como un humilde homenaje a su gran obra.
Dentro de esta se encuentran títulos como Pedagogía del oprimido, La educación como práctica de la libertad y Cartas a quien pretende enseñar. En este último libro, publicado hace veinte años, Freire nos habla a los maestros sobre los aspectos más delicados de la practica educativa, y lo hace con la firmeza y la generosidad que siempre lo caracterizaron. El autor escribe con magistral pluma diez cartas con destino a todos los maestros del mundo, y por eso todos los que nos dedicamos a enseñar deberíamos conocer la obra que inspiró el más sentido homenaje de la comunidad internacional. Convocados por el Centro de Investigación Iberoamericano en Educación - CIIEDUC y la Red Latinoamericana de Diálogos Coloniales e Interculturales, el pasado 30 de septiembre se reunieron algunas delegaciones de más de veinticinco países y ciento veintiún autores para tributar homenaje a la vida y obra de Freire y presentar ante el mundo un documento escrito titulado 100 cartas para Paulo Freire de quienes pretenden enseñar.
Este es un contundente testimonio de la vigencia de sus magistrales lecciones y un vivo compromiso para perpetuar su gran producción que se prodigó generosa en la vía de la dignificación del maestro. Sin duda, en Cartas a quien pretende enseñar, Freire desarrolla la idea de “maestra sí, tía no”, con el propósito de dignificar la tarea del maestro y de significar que la labor pedagógica de formar a un ser humano no es confiable a la tía buena. Y no se trata de denigrar o menospreciar a la tía, sino de ponderar la labor del maestro. En tal sentido, dice: “Enseñar es una profesión que implica cierta tarea, cierta militancia, cierta especificidad en su cumplimiento, mientras que ser tía es vivir una relación de parentesco. Ser maestra implica asumir una profesión, mientras que no se es tía por profesión”.
Una de las cartas que Paulo Freire escribe a quienes pretenden enseñar la titula: “Vine a hacer el curso de magisterio porque no tuve otra oportunidad”. La cito porque considero que nos viene bien justo en estos tiempos que enfrentamos; he dicho en los tintos de maestros, llamados por otros “corrillos pedagógicos”, que quienes no están en “esto” por vocación y convicción la deben estar pasando muy mal. Aquellos profes que ejercen hoy la docencia porque no tuvieron otra oportunidad deben sentirse sometidos cada día a una mortificación, hoy más que nunca en las condiciones que habita la escuela en medio de la pandemia.
Ser maestro no es una posibilidad en la vida, es mi vida la que inspira ese magisterio. Dice el mismo Freire: “La práctica educativa, por el contrario, es algo muy serio. Tratamos con gente, con niños, con adolescentes o adultos. Participamos en su formación. (…) Podemos contribuir a su fracaso con nuestra incompetencia, mala preparación o irresponsabilidad. Pero también podemos contribuir con nuestra responsabilidad, preparación científica y gusto por la enseñanza, con nuestra seriedad y nuestro testimonio de lucha contra las injusticias a que los estudiantes se vayan transformando en presencias notables el mundo”.
Cuando Freire nos habla de la profesión docente como una militancia, nos está exhortando a un compromiso muy profundo con la sociedad y con nosotros mismos. Pienso que ahí se centra la reflexión que propongo en esta ocasión y que espero sea aceptada por todos aquellos que leen este mensaje y quienes, a partir de ahora, son destinatarios de las diez cartas que hace más de veinte años Paulo Freire nos envió a todos los que pretendemos enseñar, no como tíos, sino como maestros.
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