Carolina Martínez


Lo que le pasó a Aurora es la prueba. Así quemaran todas las ruecas, husos o máquinas de coser del reino, la hermosa bella durmiente se pincharía sus manos con una de éstas y moriría sin remedio. Ya la maldición estaba hecha por Maléfica, la colada de la fiesta. Qué iluso fue el rey Stefano, papá de Aurora, al pensar que por acabar con todas las máquinas podría salvar a su hija, quien se escapó un día a una torre lejana del castillo para encontrarse con la maldita rueca que acabaría con su vida.
La prueba de que lo que va a pasar pasa, es la bella durmiente. Qué importa si las Farc entregaron ya 7.132 armas o 7.130. Lo importante no son los números sino la intención de los corazones, el compromiso, el simbolismo, las acciones, el esfuerzo. Las armas las vimos los colombianos y las vio el mundo entero. No son propiamente las de la guerra de la independencia, son fusiles poderosos, metralletas sofisticadas, pistolas modernas, lanzagranadas y lanzacohetes que aún huelen a pólvora. Esas mismas que han matado las ilusiones de un pueblo, los sueños de familias enteras, la tranquilidad y porvenir de todo un país. Las mismas que han dejado 7,1 millones de desplazados, 260.000 muertos, 60.000 desparecidos. La guerra padecida por más de cinco décadas en Colombia no es un cuento de hadas.
Vimos los contenedores llenos, al jefe de la misión de la ONU, a los guerrilleros, y a las guerrilleras también, y a los comandantes y cabecillas. Vimos en sus caras la esperanza y en sus ojos la incertidumbre, vimos que son personas como uno, pero sin oportunidades. Vimos a la pareja de combatientes que le entregó su niña recién nacida a Timochenko en un acto que simboliza un país libre “una niña que acaba de nacer en este nuevo país en paz” dijo Santos, y después soltaron las mariposas blancas que también vimos.
Ah! Que eso es puro cuento, puro teatro, dicen muchos. Que hay más insurgentes, que son más las armas, que todavía quedan caletas… ¡y eso qué más da! Nada es fácil para nadie. Hay que creer en lo que ven los ojos, aunque sea. Hay que apoyar el acuerdo y su implementación, tenemos que estar a la altura de la paz que hemos logrado, como lo dijo el presidente en su discurso en Mesetas, en el Meta, principal centro de despliegue estratégico de las Farc. Hay que creer en el futuro, y en el pasado, en los cinco años de negociaciones, en la palabra, en los símbolos, en lo que sea, hay que creer.
Podemos arrasar con todas las armas del mundo, encontrar todas las caletas, las cuentas en el exterior, los laboratorios de coca, las máquinas de hilar, las ruecas, los husos, al final solo importará el desarme de los corazones y la convicción de querer acabar con la maldición. Las armas se pueden volver a comprar y las caletas a llenar, es la voluntad de paz la única que puede impedirlo. Y ahora sí hay esperanza. Nuestro apoyo a esta paz es como el Hada Primavera, la que después del hechizo de Maléfica pudo romper el maleficio: no se morirá al pincharse, dormirá cien años. Nosotros somos la primavera que es en sí misma la esperanza de un país víctima y victimario en todos sus frentes.
El hada Primavera le dio una oportunidad de vida a la princesa, no importa si es cien años tarde. Y a la paz, al amor, al perdón, a la reconciliación, hay que dársela ahora. Somos un mismo país, de cien años de soledad y cincuenta de guerra fría, todos somos los mismos, todos queremos la paz, todos somos Colombia. Aunque no parezca.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015