Carolina Martínez


Después de las elecciones los pobres seguirán igual de pobres y los ricos igual de ricos. Pero los que sí serán más ricos son RCN y Caracol que se quedaron con la mayor inversión en publicidad de esta campaña presidencial que alcanza alrededor de 17.000 millones de pesos. De estos, más o menos el 70% se invirtió en televisión y aproximadamente 24% en radio. Iván Duque es el candidato que más plata le metió a publicidad, entre televisión y radio casi $7.000 millones. Le sigue Germán Vargas con $6.500 millones y luego está Petro con unos $1.700 millones. La televisión regional es el medio en el que menos invirtieron los candidatos presidenciales, solo el 1%, mientras que la prensa no alcanza a marcar ni un punto. Esto es lo que se calcula, pues no hay cifras oficiales, por lo que les pido que no me pregunten fuentes ni de dónde sacan la plata. Lo que sí es claro es que el negocio para RCN y Caracol es redondito por donde se mire. Y eso que en estas cifras no se incluye la inversión de los anunciantes que pautaron durante los debates televisivos de la primera vuelta, ni tampoco la plata que perdieron por no haber podido organizar siquiera un debate de los dos candidatos a la segunda vuelta; dicen que porque Duque no se le midió a enfrentarse cara a cara con Petro, y no me pregunten fuentes ni el por qué, pero es lo que se calcula.
Dicen también que el publicista Ángel Beccassino es uno de los principales asesores de Petro, pero la juventud petrista lo ha relegado en su trabajo pues las mentes creativas de estos jóvenes lo superan en efectividad. Casi todos trabajan en la supuesta bodega de Petro, que no es más que muchos voluntarios que desde sus casas apoyan a su candidato en redes sociales. Su exsecretario privado y de integración social Jorge Rojas y el exdirector de Canal Capital y concejal de Bogotá, Hollman Morris, lo ayudan, pero Petro es su campaña. Su discurso en plazas públicas, el hecho de ser el candidato antiestablecimiento, su origen humilde, su inteligencia y valentía para hablar frente a miles de personas y ser él mismo durante 90 minutos sin que nadie le hable al oído ni le pase discursos o libretos lo convierten en el centro estratégico de su campaña. La frase “Me llamo Gustavo Petro y quiero ser su presidente” nació en un comité regional de jóvenes y no solo sintetiza la aspiración del candidato sino que a su vez denota que una persona que no tiene apellidos presidenciables podría cerrar el ciclo de corrupción y saqueo al que ha sido sometido por años el pueblo colombiano.
A Iván Duque le hablan al oído el gerente de su campaña Luis Guillermo Echeverry exdirector ejecutivo del Banco Interamericano de Desarrollo, la jefe de debate María Paula Correa excónsul en Nueva York, su jefe de prensa Carlos Cortés y el publicista Juan Carlos Ortiz. No sé quién tuvo la idea de pintarle canas ni tampoco si se trataba de que se pareciera más a Uribe o de que se viera menos joven, pero lo cierto es que el director de su campaña es Álvaro Uribe Vélez, por algo Duque es el que es, y el que dijo Uribe. No se puede negar que tiene méritos propios como su corta pero intachable trayectoria política, refinados ademanes, dominio de la retórica, entrenamiento arduo en hablarle de frente a las cámaras, su carisma, y el hecho de ser la cara amable y bondadosa de un partido político que no es amable ni bondadoso. Su nuevo eslogan “El futuro es de todos y juntos lo vamos a construir” es esperanzador e incluyente pero denota que esos “todos” y esos “juntos” incluye demasiados personajes macabros de la política nacional. El nuevo eslogan de Petro “Estamos en segunda vuelta y le vamos a dar la vuelta” transmite en su mensaje un cambio progresista y necesario.
A mi modo de ver, el publicista más efectivo de la campaña de Petro es Uribe y el de Duque es Petro. Deberían pagarse el uno al otro. Por lo menos agradecerse mutuamente por despertar tantos odios y temores.
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