Mi papá tenía toda la razón de vivir enamorado de María Dolores Pradera. En este momento debe estar en la fila de bienvenida, o tal vez ya se encontraron en la fiesta celestial, que se compuso con ella, sin duda. Si uno en la tierra al oírla se siente en el cielo y se imagina que así es como deben cantar los ángeles, qué tal uno en el cielo y le llegue esta mujer a cantar en vivo, y en muerto, y uno por allá sin un guaro. Pablo Mejía, yerno querido de mi padre, lo acompaña en la fila, o en la fiesta, estoy segura. Me parece verlos aquellos amaneceres bohemios cantándola muertos de amor, o mejor, vivos de amor por ella y sus canciones. Nadie como ella. Para acompañar unos traguitos y celebrar el amor o un despecho. Cantar con ella es como cantar con nuestra propia alma, como si con el arrullo de su voz el alma hablara para decirnos que sentir es la esencia de la vida. Sentir, sentir. Amor y desamor. Los testigos de esta vida. María Dolores, tantas canciones, tantos dolores, mi alma lleva tu nombre. 
Amor se escribe con llanto, Señora María Rosa, Las acacias, La ruana, Pesares, De carne y hueso, son canciones colombianas cantadas por María Dolores que hacen que la sintamos tan nuestra. Hasta La gota fría la cantó, y A Dios le pido. Ella es de todos. Fue un puente de emociones entre España y Latinoamérica, trajo de allá y llevó de aquí, nació en Madrid el 29 de agosto hace 93 años y allá murió en primavera, el pasado lunes, con nuestra cultura en el corazón. Y jamás nadie nos contó que la vieron muy borracha, por algo fue “La gran señora de la canción”. Solo tuvo un esposo, se casó en 1945 con Fernando Fernán Gómez, director, guionista y actor español. Amarraditos los dos duraron casi 12 años y a finales de los años cincuenta se les acabó el cariño malo. En 1980 apenas salió la nueva ley de aprobación del divorcio en España fue una de las primeras en solicitarlo, y este sería su único escándalo, ser una mujer divorciada con dos hijos. 
Dijo que no se acordaba por qué se separó de él, a pesar de que tenía muy buena memoria. Dicen que el señor rumbeaba mucho. Se le conocieron uno o dos romances más, pero parece que nada del otro mundo. El que sí debió ser del otro mundo es ese que no se le conoce. Seguro que una mujer que canta con tanta pasión la conoció en toda su piel. Tuvo con el padre de sus hijos un noviazgo tranquilo de besito en la mejilla y largos paseos por el Madrid de la posguerra. Tan casto era el noviazgo que Lola Flores le dijo un día “qué bonitos hermanos siempre juntitos” y ella con cierta vergüenza le aclaró que estaban comprometidos para casarse. 
Con esa misma discreción que vivió se murió y en un rincón del alma se llevó guardados sus amores. Su última aparición en público fue en la plaza de toros de Las Ventas en Madrid el 21 de junio de 2013 en el concierto de Miguel Poveda donde interpretó una de sus más conocidas canciones, Fina estampa, de su gran amiga Chabuca Granda. Con sus abriles a cuestas seguía siendo la mujer más bella y elegante del mundo, y ahora del cielo. Dios quiera que la hayan enterrado con el rosario de su madre. Su clase, sentido del humor y elegancia, hoy son parte de la historia. Y su voz que acaricia es la historia de amor de todos. Le pido a la muerte, que en algún instante eterno cante con mi papá y Pablo a todo pulmón “Cansada de llamarte, con mi alma destrozada, comprendo que no vienes, porque no quiere Dios, al ver que inútilmente, te envío mis palabras, llorando mi guitarra, te deja oír su voz. Llora guitarra, porque eres mi voz de dolor, grita su nombre de nuevo, si no te escuchó, y dile que aún le quiero, que aún espero que vuelva, que si no viene mi amor no tiene consuelo, que solitaria sin su cariño me mueroooo”.