Carolina Martínez


La posesión del presidente Iván Duque fue del otro mundo. El mural típico hecho con más de doce mil flores sin diseño incrustadas en ramos en una pared, la tarima azul rey y la alfombra azul rey y el rey por todas partes, las mujeres todas ellas vestidas de blanco, los hombres de negro muy elegantes, la corte de honor militar con sus trajes folclóricos, los bailes y cantos de los niños de la Costa, los paraguas blancos, el clima que anunciaba malos vientos, el colorido carnaval de Barranquilla con marimonda y todo, cada detallito tan bien planeado, que a pesar de la posesión, a muy pocos se les notó que estaban poseídos.
De los que subieron a tarima, solo se les notó al presidente del Congreso, Ernesto Macías y al militar que lo poseyó el espíritu de Chewbacca, personaje de la serie de Star Wars, un bípedo peludo y buen amigo, que demuestra que no todos fueron posesos por espíritus malignos, la prueba está en que no habló mal de nadie y se quedó quietico con su rifle entre las manos. En cambio, el espíritu endemoniado de Macías se dejó ver en cada una de sus mal intencionadas palabras llenas de odio y rencor, y olvidos, pues no se acordó que hablaba en representación del Congreso de Colombia y no de un partido político.
El universo ficticio de Star Wars también hizo presencia en el discurso del presidente Duque, quien se veía como un buen muchacho rebosante de sonrisas y buenas intenciones, muy majo con su corbata morada y el vestido del diseñador colombiano Ricardo Pava a la última moda. Su esposa María Juliana Ruiz, vestida por Silvia Tcherassi, sus niñas Luciana y Eloísa y el pequeño Matías, ellas de blanco y él con sus crespos jugando al viento, parecían angelitos. A todos se les notaba cierto temor de habitar el palacio poseído, a pesar de que la familia saliente, tan bonita y elegante, se veía tan normal. Algo de tranquilidad les proporcionaban a los nuevos inquilinos los buenos oficios de exorcismo realizados por el padre Chucho en palacio, pero uno nunca sabe, las energías paranormales aparecen de un momento a otro, hay que ver lo que le pasó a Macías. Aunque muchos dicen que las palabras vomitadas fueron perfectamente planeadas, autorizadas y celebradas por el centro demoníaco del poder, otros piensan que su verdadera causa es una legión de espíritus mentirosos que llegaron de la Colombia de hace 30 años a acabar con la imagen del país frente al mundo entero.
María Clemencia de Santos se apareció con vestido repetido, como cualquier mortal. Usó el mismo de la ceremonia del premio Nobel de paz, blanco y precioso, con una abertura en la espalda en la que se dibuja el conocido símbolo de paz inspirado en la pata de una paloma. Apropiado para ambas ocasiones, y además, ya le toca empezar a ahorrar porque el marido se le quedó sin puesto y a ella no le va a quedar tan fácil conseguirse uno como diseñadora gráfica. En cambio a María Juliana le van a llover trabajos, abogada de la universidad Javeriana con maestría en leyes con énfasis en negocios internacionales en American University, no va a tener problemas con eso. Lo cierto es que Maju y Titina estaban las dos, muy bien vestidas, muy a la moda y la tendencia del verano europeo, pero tanto blanco en el clima de Bogotá, el de ellas, el de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, el de la distinguida mamá de Duque, desconcierta más que el discurso rojo incendiario dictado por el rey azul.
Pero bueno, nada pasó a mayores, como siempre. Quedamos como un zapato con la comunidad internacional, pero lo importante es que las fuerzas del mal no lograron llevarse volando a los militares que sostenían el paraguas para que nuestro nuevo presidente no se mojara bajo la lluvia. Lo importante es que el padre Chucho haya logrado expulsar las almas en pena de palacio, desde la de Nariño en adelante, a ver si a Juan Manuel Santos le da pena volverse youtuber, porque ahí sí se le sale el diablo que lleva adentro.
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