Carlos E. Ruiz

Cada realización tiene una historia, la real, la por contar y la que se cuenta, como también la que no se cuenta. Las aproximaciones suelen dejar vacíos en la memoria y en los acontecimientos. ¿Cómo y cuándo comenzó todo? Los orígenes de la Revista están circunscritos a un momento de la vida institucional en la Universidad Nacional de Colombia (UN). En 1964 los estudiantes de la Escuela de Ingeniería hicimos una huelga, para conseguir el cambio de un decano y consagrar la continuidad de la existencia de este capítulo universitario en la ciudad, puesto que se pretendía su cierre y trasladar a los estudiantes a Bogotá y Medellín para que termináramos la carrera. Era un solo programa curricular, ingeniería civil, con no más de 180 alumnos.
Aquella huelga tuvo resultados benéficos. Corrían los meses de mayo y junio de aquel año. La Nacional en Bogotá tenía una honda crisis que llevó al presidente de la República de aquel entonces a nombrar de rector a José-Félix Patiño. Asume el cargo en junio del 64. Los insurrectos de Manizales interponemos ante él el recurso de ser atendidos, y en no más de un mes de sus desempeños el asunto se resuelve: el capítulo UN en Manizales se confirma y se nombra en el Decanato al ingeniero de la Escuela de Minas y arquitecto de París, Alfonso Carvajal-Escobar. De esta manera se procedió a especie de refundación de la sede UN-Manizales. Y se abrió un nuevo capítulo con el nombramiento en la dirección de Extensión Cultural de la joven intelectual, escritora, crítica de arte, Marta Traba. De ese modo se crea una atmósfera en la vida universitaria. Clima que nos toca en Manizales a quienes teníamos un cierto agite para consolidar ideas y proyectos, con asidero en la cultura.
Carvajal-Escobar presta atención a las necesidades regionales y crea nuevos programas académicos y se ocupó de recuperar los espacios físicos y de crear nuevas edificaciones, con atención especial por la biblioteca. Tuvo durante ocho años dedicación plena a la Universidad, atento a todos los detalles, con especial acogida y apoyo por las directivas nacionales.
Con el Maestro Carvajal-Escobar los estudiantes activistas tuvimos estímulo para enriquecer la vida universitaria y de ciudad. Creamos el grupo de teatro, la coral universitaria, el cine-club, periódicos escritos directamente en esténciles de sedilla e impresos en rudimentario mimeógrafo y labores sociales, incluso con la creación del primer preuniversitario en el Instituto Universitario de Caldas. También se cumplieron conferencias con invitados especiales, como aquella un tanto alucinante dictada por el físico alemán Juan Herkrath, sobre cómo podría abrirse un canal interoceánico, conectando los ríos Atrato y San Juan, aprovechando la energía nuclear.
¿Cómo nació, entonces, la Revista Aleph?
Le propuse a Carvajal-Escobar que hiciéramos una revista, con su apoyo comencé a delinear ideas que nos llevaran a consolidar la iniciativa. El Consejo de Facultad integró un equipo constituido por Bernardo Trejos y Hugo Marulanda, en la redacción y CER, director. A su vez, se designó un “comité consultivo y asesor” en Extensión Cultural, conformado por Alfonso Carvajal-Escobar, Bernardo Trejos-Arcila, Jorge Ramírez-Giraldo y Antonio Gallego-Uribe; como secretario, Carlos-Enrique Ruiz.
En aquel año de 1966 yo leía con fruición el libro “El retorno de los brujos”, con el subtítulo de “Una introducción al realismo fantástico”, de Louis Pauwels y Jacques Bergier, donde encontré por primera vez el cuento “El Aleph” de Jorge-Luis Borges que me atrapó. Con la iniciativa de crear la Revista me propuse asignarle el nombre de “Aleph”, la que tomó cuerpo con el apoyo de nuestro “Decano Magnífico” (ACE). Y sale en octubre la No.1 con un tiraje de mil ejemplares, y bella fotografía de Albert Einstein en la carátula, financiada con avisos de oficinas de ingenieros.
La Revista se reanuda con el No. 2, en septiembre de 1971, con mi incorporación a la UN en dedicación exclusiva. Estuvo como órgano oficial de la UN-Manizales hasta el No. 5 (inclusive), producida en junio de 1973, cuando fue censurada por la administración, en tiempos de un rectorado de recordación ingrata, pero llegué a un acuerdo de poder continuar produciéndola en forma independiente, sin involucrar para nada a la Universidad. Y seguimos con ella hasta el Sol de hoy, con arribo a la edición número ¡200!, conservando el espíritu de cultura universitaria, abierta al librepensamiento. Por ella han pasado escritores, pensadores y artistas de diversas partes del mundo, con ensayos, artículos, reportajes, partituras, manuscritos autógrafos, poemas e ilustraciones de calidad.
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