Carlos E. Ruiz


La filosofía es una manera de reflexión sistemática ejercida en el mundo académico, pero también con expresión en formas de pensamiento de la vida cotidiana. Su ejercicio viene desde lo más antiguo, con los dialogantes de la Grecia clásica, y su historia recorre del orden de veinticinco siglos con formulación de preguntas, con debates en temas cruciales y con algunas claridades de orientación en la vida personal y colectiva.
He trajinado por el pensamiento con la palabra, un tanto esquiva, y he podido acercarme a algunas personalidades, en ocasiones como alumno, en otras por amistad y en casos singulares para cumplir tareas de los Reportajes de Aleph. Hice pasantía académica en Ciudad de México en 1988, y aproveché oportunidad para entrevistar varios personajes en diversas disciplinas, cuyos resultados se agruparon en la Revista Aleph No. 68 (1988). Entre ellas estuvo Fernando Salmerón (1925-1997), filósofo, con formación básica en Derecho y doctorado en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con estudios complementarios en Friburgo (Alemania). Se ocupó de manera fundamental de la Filosofía Analítica, con aplicaciones en la ética y la educación. Tuvo desempeños docentes, de investigación y en la dirección universitaria; rector de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), primero en la sede de Iztapalapa y luego rector general. Miembro de los consejos de dirección de la UNAM y de El Colegio de México. Su preocupación sustantiva radicó en comprender que la vida universitaria debe articular la investigación y la docencia, esta ejercida por investigadores, con el criterio que para nada vale un investigador dedicado con exclusividad a su especialidad sin nutrirse de la imaginación y los diálogos con los jóvenes en la docencia.
Tuve conocimiento de Fernando Salmerón por mi cercanía a Rubén Sierra-Mejía (1937-2020), amigo suyo y colegas en las líneas de la filosofía analítica. Por sus indicaciones accedí a visitarlo, previo cruce de comunicaciones. También me era familiar por el conocimiento que tenía de la revista cultural “La palabra y el Hombre”, fundada y dirigida por él. Encuentro que fue concertado y cumplido el 15 de agosto de 1988, en su despacho del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, del cual fue director al suceder a su fundador, Eduardo García-Máynez. Preparé con detalle la entrevista, consultando previamente algunos de sus libros, en especial el volumen antológico de sus Ensayos filosóficos. Me encontré con una personalidad sabia, reflexiva, de diálogo cautivador, de amabilidad y sencillez proverbiales, con todos los honores académicos, entre estos el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Historia, Ciencias Sociales y Filosofía. En sus comienzos estudió a fondo las obras de Husserl, Hegel, Heidegger y Hartmann, con trabajos esclarecedores que aportó. Sus tesis en la UNAM tuvieron la dirección de José Gaos (1900-1969), humanista español del “transtierro”, de quien fue dedicado y selecto discípulo; le debe el aprendizaje en los métodos de estudio y de investigación. Pronto definió su vocación que más lo caracteriza por la ética y la filosofía de la educación, siempre con desarrollo de textos finamente elaborados con sustentación investigativa y planteamientos racionales, analíticos.
Entre los temas que abordamos estuvieron los relacionados con la “Institución Libre de Enseñanza”, con el liderazgo de Francisco Giner de los Ríos en España y el “Ateneo de la Juventud” en México, por las similitudes en afrontar el pensamiento crítico y por el impacto formador en las respectivas sociedades. Y ese interés en buscar la relación partió de considerar como hipótesis la influencia del krausismo en ambos. Pero Salmerón fue preciso en decirme que esta vertiente de pensamiento para nada influyó en México. Del Ateneo exaltó a jóvenes personalidades de principios del siglo XX como Antonio Caso (1883-1946), a quien destacó por haber introducido en México la fenomenología y quien asumió el peso de la tarea didáctica. Asimismo hizo mención de Pedro Henríquez-Ureña, José Vasconcelos y Alfonso Reyes como partícipes del Ateneo. Destacó del primero el mayor bagaje internacional, de Vasconcelos su ambición por el poder, y de Reyes valora su condición de lector y de escritor, con testimonios inapreciables.
Salmerón ejerció la filosofía con el tratamiento de cuestiones teóricas, científicas, lógicas y epistemológicas, pero a su vez en la comprensión de temas con incidencia general, relacionados con decisiones morales y políticas, para justificar o explicar nuestras acciones públicas y privadas.
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