Carlos E. Ruiz


La expresión “cultura ciudadana” tomó auge en las campañas de Antanas Mockus en la Alcaldía de Bogotá para motivar y conseguir la participación de los ciudadanos en la salvaguarda y multiplicación de conductas de coexistencia, con actividades del interés general. Se trató de toda una escuela en la formación de ciudadanía que introdujo cambios sustantivos como el respeto a las cebras, el cinturón de seguridad, el sistema cremallera para de manera alternativa dar la vía entre los vehículos, la pulcritud y limpieza de la ciudad, el desarrollo y cuidado de los parques y del mobilidario urbano, la atención preferente a mujeres y personas mayores o con dificultad de movimiento, etc.
Esa actitud tuvo puntos de apoteosis, como cuando hubo gran emergencia en conducciones de agua provenientes de Chingaza, que tuvo en alarma a Bogotá. Los técnicos le aconsejaron al Alcalde Antanas emprender un racionamiento de emergencia, quien lo pensó en silencio, y dio la respuesta: ¡NO!, nada de racionar, emprendamos una intensa y sostenida campaña para que en los hogares se ahorre agua. Él mismo encabezó la acción pedagógica visitando apartamentos y casas, con la palabra de instrumento. Cuando la campaña empezó había un promedio de 27 metros cúbicos en consumo por vivienda. Al posicionarse la campaña educativa se logró descender a 16 metros cúbicos, lo que implicó alcanzar el racionamiento deseado, con ahorro de millones de metros cúbicos al mes, sin decretos ni amenaza de sanciones. Simplemente la palabra convertida en instrumento de seducción, con apelación a los sentimientos, a la razón y a la solidaridad.
Otro logro de Antanas en sus campañas educativas, por formar ciudadanía, fue pedirle a los contribuyentes que quienes deseasen pagar el 10% más de impuestos predial y de industria y comercio lo hiciesen de buena voluntad, para contribuir en la solución de problemas de la ciudad y en su desarrollo más armónico. El programa se llamó “110% por Bogotá”, y tubo acogida en sesenta mil contribuyentes, con un recaudo de mil doscientos millones de pesos, una cifra nada despreciable. Resultado de la confianza en la pulcritud y cuidado con los recursos públicos.
Recordemos que ese talante de diálogo y de capacidad de entrelazar conversaciones para llegar a la verdad, así sea transitoria, fue el método utilizado por Sócrates hace 25 siglos en Atenas. Conversar, dialogar, es el camino para intercambiar ideas, propuestas, pero ante todo para concertar acciones a favor del bien común.
Uno de los grandes científicos del siglo XX, físico teórico, David Bohm (1917-1992), se preguntó en algún momento cuáles eran los problemas del mundo y describió los fundamentales: las guerras, el desastre ecológico, el hambre, la tortura, la corrupción política, las enfermedades,… Y se propuso acudir al diálogo como el único medio de abordarlos. Además expuso el problema de la generalización de las ideas perversas, por lo cual hay que acudir a comprender la manera como actúa el pensamiento, con el problema de la fragmentación del mismo, que dificulta la comprensión de la totalidad. Llega a saber que la crisis auténtica radica en el pensamiento que la ha generado. De ahí que su propuesta del diálogo sea el camino para contribuir en estudiar y aclarar las ideas y encaminarlas a las formas de entender las soluciones, con participación e influencia individual y colectiva.
También de recordar que un sabio humanista del siglo XX, Don Alfonso Reyes (1889-1959), fue convocado por el gobierno de México, en 1952, a escribir una cartilla para llevar a cabo ambicioso programas de educación entre las gentes de todo el país. Reyes elaboró una muy didáctica de 14 lecciones que se publicó por millones con la intención de ser conversada y aplicada en todos los niveles de la población, en especial en las instituciones educativas. Manual que comprendía aspectos como la moral, el respeto, la familia, la sociedad, civilización y cultura, la naturaleza, las normas y el derecho, el respeto a la propia persona. Es decir se necesita decisión política de Estado, en los diversos niveles, para comprometer sostenidas acciones formadoras de ciudadanía, en toda condición de edad.
Es posible entre nosotros alcanzar efectos componedores de la vida social, comprometiendo por ejemplo maestros y estudiantes, para que cumplan campañas voluntarias en las calles y parques, con guiones básicos en la conversación, con el fin de seducir a los otros en el cumplimiento de actitudes de respeto por las personas y por los espacios de vida en común, en acatamiento a las normas legales de convivencia. Convencer a conductores y peatones por acatar el respeto por las cebras, y a los buses y busetas por solo recoger pasajeros en sitios indicados, el no arrojar basuras y de recogerlas cuando eso ocurra, es un efecto alcanzable sin ninguna inversión de presupuesto público. Y la reforestación de la ciudad, tan necesaria. Bastará conquistar a docentes y estudiantes para emprender una campaña rotativa por establecimientos educativos, por lugares y por fechas. Pero a condición de ser una campaña sostenida, con elementos creativos que los mismos niños y jóvenes pueden desarrollar.
En Manizales tuvimos un despliegue, también de recordar, en campañas emprendidas por Pedro Zapata en programa inventado por él, de “Jornadas juveniles latinoamericanas”. Su capacidad de movilizar creativa y constructivamente a niños y jóvenes ha quedado testimoniada en libros como “Los parloteos”, “El libro de las preguntas”, “El camino al corazón de la tierra”, “Nuevos lenguajes de América”, “Las infancias del agua”, entre otros, de consultar y asumir esas lecciones. Pedro Zapata al no tener el debido apoyo en esta su y nuestra ciudad emigró hace algunos años a Medellín, también a Bogotá, donde ha cumplido campañas de educación ciudadana, incluso con docentes, alumnos, padres y madres de familia, aun en barrios asediados por la violencia, en compromisos con las respectivas alcaldías y sus secretarías de educación. En especial adelanta en estos momentos en Bogotá el programa “Los niños educan a los adultos”, con el método y la asesoría del psicopedagogo italiano, Francesco Tonoucci.
Propongo que se tenga en cuenta a Pedro Zapara para que con su acertada guía se diseñen en Manizales planes y programas de sostenido alcance, que comprometan a sucesivas administraciones municipales, pero con la independencia de una organización concertada con escuelas, colegios y universidades. Incluso, puede disponerse de estímulos académicos para motivar en mayor grado la participación de los estudiantes.
Con lo anterior quiero decir que sí es posible emprender campañas educativas, pedagógicas, en la comunidad, para alcanzar metas ambiciosas. La educación no es cuestión solo de las aulas escolares, es asunto de todos, todos los días, para que juntos podamos ser cada vez mejores. No es cosa de disponer de dineros, sino de voluntades comprometidas con el servicio social, con ideas claras.
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