Carlos E. Ruiz


La tradición violenta de Colombia, con ambiente de odios, pugnacidades, venganzas, sigue teniendo realidades dolorosas. En un clima de polarización, la búsqueda de una paz concertada entre facciones en guerra sigue siendo un anhelo. La Constitución del 91 fue un ejercicio histórico de conciliación que produjo una Carta para orientar a la sociedad y fijar límites en el ejercicio de la civilidad. Luego vino el Acuerdo de La Habana y el Teatro Colón, que permitió la desmovilización de la insurrección armada más antigua del continente, y quizá del mundo. Pero a su vez el camino ha sido tortuoso, por la polaridad reinante, que ha llevado a la generación y fortalecimiento de grupos ilegales. ¿De dónde viene todo esto?
Para intentar responder a la pregunta se ha producido un nuevo libro de Mauricio García-Villegas, personalidad de los más altos niveles académicos e intelectuales, con el título: “El país de las emociones tristes – Una explicación de los pesares de Colombia desde las emociones, las furias y los odios” (Ed. Ariel/Planeta, Bogotá 2020). Es una investigación reflexiva que se adentra en los pormenores históricos desde la Independencia, los comienzos turbulentos de la República, la conformación de partidos políticos, enemistados de continuo, el tormento de las guerras civiles del siglo XIX y el recorrido por el siglo XX con intentos de modernización, y oposiciones beligerantes que daban al traste con aquellos procesos bien intencionados. Nuestra tradición ha sido de confrontaciones pasionales que además de desatar arengas provocadoras, en retóricas incendiarias, han ocasionado confrontaciones armadas, con agrupaciones insurrectas, ilegales, multiplicadas y diseminadas en el complejo territorio nacional, al amparo de una geografía sin control de Estado y con el elemento más provocador, el narcotráfico que inyecta descomunales recursos económicos al conflicto.
García-Villegas se propuso examinar la complejidad de los procesos en la vida colombiana, con análisis sereno y reflexivo, de las emociones que se despiertan en muchas ocasiones motivadoras de violencia, con apego al modelo de ensayo y al amparo en especial de Michel de Montaigne y de David Hume. Con frecuencia en el libro el autor refiere historias familiares para indicar sus influencias en la formación y apuntalar creencias de libre examen. Es una obra sistemática, desarrollada con aplomo de espíritu y por tratarse de ensayo no se deja seducir por consideraciones categóricas. Campea en ella el “tal vez”, el “quizá”, como formas de cierta provisionalidad. Está conformada por tres partes: 1. La ética de la vida, 2. Las emociones tristes y 3. La representación del mal, en conjunto con cuarenta y dos apartados (subcapítulos). Cada una de ellas desarrollada con acertada moderación, y en algunos momentos con vuelta atrás para revisar planteamientos.
Su conocimiento jurídico, de la historia, la filosofía, la literatura, con elementos de la sociología y la antropología, lo llevan a barruntar hipótesis con asidero en los sentimientos y pesares que ha soportado nuestra sociedad, sin tregua. Pasiones que se desbordan, con deseo de contención en una educación de calidad para todos, con despliegue de la cultura en especie de antídoto.
De entrada plantea la hipótesis de balance, en especial de la cultura política en Colombia, inclinada de manera preponderante hacia los sentimientos tristes, lo cual ha tenido como consecuencias abundantes conflictos con opciones de ser resueltos pero que condujeron a guerras; asimismo, abundantes proyectos indispensables con posibilidad de ejecutarse pero echados al traste por disputas entre grupos. También muchos consensos rotos por actitudes ruines; leyes con artimañas en la ejecución; líderes sensatos que se enredaron en mezquindades. Por otro lado, propósitos nobles sin poderse desplegar por la animadversión entre partes involucradas. En últimas, el autor plantea que en nuestro país ha habido demasiadas ideas buenas malogradas por las emociones tristes.
Este nuevo libro de Mauricio García-Villegas debería asumirse como texto en asignaturas universitarias, de todos los programas académicos, en razón de su consistente exposición de pensamiento y de historia, que ayuda a fortalecer la voluntad y la esperanza en un país mejor, con sumatoria creciente de esfuerzos y de compromisos, con validez de terceras opciones, es decir de la moderación y de las emociones plácidas.
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