Camilo Vallejo


Primera estación: Jesús es condenado a muerte.
En marzo, 10 directivos del colegio INEM fueron obligaron a salir de las instalaciones derruidas. “Su sistema hidráulico es obsoleto, igual que tuberías y alcantarillado”, dijo la secretaria de educación en ese momento a este diario. “También se empezaron a notar humedades en diferentes partes y las tuberías de acero galvanizado tienen corrosión interna y externa con filtraciones”, advirtió la directora de la UGR de la ciudad.
En 10.000 millones proyectaron el costo de los arreglos de la institución. Y pare de contar. Lo mismo dio presupuestar diez o diez mil, porque igual los administrativos fueron a parar en el Liceo Isabel la Católica.
Segunda estación: Jesús carga con la cruz.
Sin embargo, hace una semanas el INEM intentó llegar con sus corotos al colegio de La Sultana, como se lo indicó la alcaldía. En una muestra de insolidaridad y mucho de aporofobia, la comunidad de este sector no les permitió ingresar al edificio. Culpa también de la falta de gestión del municipio de informar, acordar, preparar y socializar esa integración entre colegios. El desplante solo lo vivieron los adminstrativos. ¿Se imaginan lo que habrían vivido los estudiantes del INEM si los hubieran citado también ese día en La Sultana? El desprecio por el desplazado, tan nuestro, puro y duro.
El gobierno municipal dice estar preocupado y enfatiza en que no va a cerrar el colegio. Aunque ya parecemos notificados de que esa posibilidad sí está sobre la mesa. Hay voces que dicen que la disminución de sus estudiantes ha abierto la puerta para su fusión con otro colegio. Otros rumores, por la falta de claridad en las negociaciones para el cable aéreo, dicen que se ha pensado el terreno del colegio como moneda de canje del proyecto.
Solo el diagnóstico para saber qué pasa en realidad con la edificación asciende a más de 300 millones de pesos. Según los datos del Observatorio de Obras del Laboratorio de Innovación Pública, de la Secretaría de Planeación, este gobierno en 2021 ha invertido en infraestructura educativa cerca de 1.115 millones. Ninguno destinado a las prioridades del INEM, hasta ahora.
Tercera estación: Jesús cae por primera vez.
Hace unos días la comunidad del INEM tuvo una audiencia pública con la Personería Municipal. Se evaluó la posibilidad de que puedan ser desplazados, esta vez, al colegio de La Cumbre. Por ahora, nada. Los estudiantes siguen en modalidad virtual, en una cuenta contrarreloj que va minando la calidad de su educación.
Dicen que el problema viene de muy atrás. Exfuncionarios del gobierno anterior sacaron cuentas ante este diario. De 80 mil millones de su histórica inversión en educaci´´on, según ellos, invirtieron 700 millones en obras menores del INEM. Dicen que también lo heredaron, qué vaina, sin inversión.
El gobierno anterior hizo dos colegios nuevos, el de La Linda y el de San Peregrino. Muy bien que fueran en la periferia olvidada por la urbe, pero extraño si el problema es que hay muchos colegios y pocos estudiantes. Según el SECOP, entre obra e interventoría, se gastaron en los dos centros cerca de 9.142 millones de pesos. Aunque en adiciones pagaron otros cerca de 2.248 millones, un monto que, aunque sea fácil decirlo, habría quedado bien invertido en el INEM en lugar de irse para costos adicionales que debían evitarse.
En 14 contratos que se encontraron en el SECOP para obra, mantenimiento o interventoría para la INEM, el municipio ha gastado cerca de 2.934 millones desde 2011. ¿Sirvieron?
Este colegio ya va para la cuarta estación del mismo viacrucis que vivieron los colegios Ricardo Jaramillo, Jorge Robledo y Jesús María Gingue, que parecieron solo fichitas de quitar con el macrodesastre de la comuna San José. También el colegio Marulanda Correa de Bosques del Norte, el Fermín Gonzáles de Los Cedros y el Alfonso López Pumarejo que quedaba en el edificio de la Juan XIII.
A lo mejor es muy nuestra esta vergüenza de ir marchitando algunos colegios públicos de a poco. No asumir el costo económico de revivirlos ni el costo político de enterrarlos con claridad y argumentos. Entonces los hacemos vivir un viacrucis, con sus estudiantes de un lado para el otro con morrales y materiales al hombro, pero sobre todo con las deficiencias en su educación ampliándose día por día. Eso sí, siempre con ideas rápidas y fáciles sobre cómo capitalizar los terrenos.
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