Camilo Vallejo

Si quisiera repasar cuáles son los temas que se suceden y entrecruzan en mis opiniones en las páginas de La Patria, diría que no pasan de tres o cuatro. Lo importante, lo confieso, es que al final todos son un mismo tema: el de no dejarme del desarraigo físico ni espiritual, el de siempre buscar estar presente en la tierra propia.
Si se pone uno a explicarlos, los temas de las columnas podrían sonar rimbombantes, grandilocuentes, a gusto para la vanidad. Pero ahora, en los 100 años que celebra el periódico, se ven como un pedazo diminuto.
Eso es lo que termina por hacerle el tiempo a un medio de comunicación regional. Lo vuelve un tejido inmenso de comunidad, en el que los más diversos muertos y los más diversos vivos se ven ínfimos pero alcanzan a reconocer allí sus anhelos y sus miedos. Es así que las páginas que empiezan sectarias, a fuerza del tiempo terminan por sucumbir a este impulso de los pueblos de escribirse una memoria en el primer espacio común que les dejen abierto.
Escribía en Twitter que no sé bien cuál fue mi primera vez, mi primer pedazo en el periódico. Pero sí recuerdo la del 14 de febrero de 2009, cuando publicaron mi primera columna. Supe que su publicación la recomendó un amigo, Jonathan Ballesteros (ahora también columnista), a otro amigo con conexión con el diario. Éramos un grupo de estudiantes manizaleños en Bogotá, de los tantos que nos fuimos de la ciudad a principios del milenio.
A la menor excusa nos daba por discutir sobre el momento y el futuro de Manizales y Caldas. Recuerdo también a Pablo Aristizábal Castrillón, Eugenia Echeverri Aranzazu, Clara Díaz Botero, Santiago García Jaramillo, Laura Carmona Álvarez, Nicolás Aristizábal, Marcelo Restrepo Jiménez, Martín Gómez Gutiérrez, Alberto Arango Montes, Juliana Molina Gómez, Santiago Silva Restrepo, Felipe Echeverri Giraldo y Juan Martín Cardona. Deben quedarme algunos por fuera.
Algunos inventamos blogs. Creamos seudónimos: Tercero Vernaza, Gilberto Eliseo, Jairo Pereira. Discutimos a la distancia sobre ese momento preocupante de la economía de la región. Eran también los días de los aerocafés, los peoplecontacts, los cablesalosyarumos, los tims. Sobrevivía el yepobarquismo, ya en un declive, y gozaba de plenitud un nuevo partido, siempre de verde, con arbolitos y mariposas, que había avalado la elección y reelección de Álvaro Uribe y, para algunos de nosotros, había sellado la debacle regional con una nueva generación de políticos. Todo lo leíamos en La Patria.
Hicimos crítica de la región con diversas perspectivas históricas, tendencias económicas y filosofías políticas. Unos culpamos a los traumas que dejaron las violencias del territorio y los siempre renovables acuerdos partidistas. Otros se aferraban al libreto regionalista del “mejor vividero”. Uno nos hacía repasar lo mejor y lo peor de Gilberto Alzate Avendaño y otra hasta dedicó una investigación académica a reconstruir la vida y la muerte de Bernardo Jaramillo Ossa.
Al final, todo era un impulso de no desconectarnos, de volver o de no dejarnos ir del todo. Y en el centro de esos impulsos terminamos en las páginas del periódico. Para el que se va, La Patria termina siendo una ventana que da a la casa y también un micrófono para hablar con ella a distancia. Sobre todo para esta generación, para quienes el medio es un hilo web que conecta rápido con el origen.
“Lo que pasa es que solo en Caldas tienes voz”, me analizaba un maestro. Y después de ese 14 de febrero, siempre con el mismo tema, me hice columnista. Si es verdad que el periodismo se aprende haciéndolo, yo me formé como periodista en La Patria. Y no en su sala de redacción, sino en la libertad y la madurez que me fueron dando sus páginas y sus audiencias. Además, en lo profesional, sus archivos me formaron en la reconstrucción de la memoria histórica. Su fortaleza contra la impunidad en el caso de Orlando Sierra, me formó en la libertad de prensa. Su compromiso con la investigación periodística, me impulsó en la lucha contra la corrupción.
En lugar de repasar mi fracción insignificante de 12 años de columnas, el centenario de La Patria también me ha hecho evocar todo esto que rodeó mi primera vez. Quizás es porque los 100 años, al final, es conmemorar el valor de darnos un lugar, un pedazo, para contarnos y leernos. Por eso necesitamos otros 100 años.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015