Camilo Vallejo
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En Manizales todo el mundo habla de huecos y trancones. El noticiero El Matutino de UMFM hasta publicó una herramienta de georreferenciación de huecos (https://bit.ly/3vUCNV7). Aparecen y aparecen personas rogando por un pico y placa que ha probado obsoleto e inservible, que solo acelera el crecimiento de vehículos en menos tiempo. Quita el trancón un año, pero duplica el número de carros en dos.
Ese ímpetu anti-huecos y anti-trancón parece a veces una lucha a favor del carro y la moto. Parte de resolver de la forma que menos incomode el uso y abuso de los vehículos motorizados. Uno podría reconocer que tapar un hueco es un acto que salva vidas, pero el conductor de carro y moto parece estar pensando en que no se le vaya dañar la llanta o el bomper. Uno podría reconocer que resolver el trancón permite gozar de una movilidad digna y así mismo potenciar otros derechos, pero el conductor de carro y moto parece solo querer ir más rápido.
Cuidar que los vehículo no se dañen no tiene cara de prioridad, menos cuando entre enero y marzo las que se perdieron fueron 12 vidas en siniestros viales en la ciudad, según el Observatorio de Movilidad del Laboratorio de Innovación Pública de Manizales (https://bit.ly/3767m1G). Tampoco la velocidad debería ser ninguna urgencia, todo lo contrario, según la OMS es lo que más lesiones y muertes causa en las vías.
Siendo el trancón y el hueco temas importantes, a veces nos acercamos al problema como no es. Al revés. Protegemos lo que más trancón hace y lo que menos vida tiene: el vehículo. Desconociendo que trancón y hueco son problemas que encuentran soluciones más acertadas si se pone la vida primero, y el derecho a usar y abusar del vehículo después.
La verdad es que trancón y hueco también se vuelven símbolos superficiales del debate político. Con ellos la oposición de turno nos quiere hacer creer que el gobierno que no tapa huecos es el peor. Con ellos el gobierno de turno nos quiere hacer creer que si los tapa es el mejor. Y ni uno ni otro caso garantizan que las cifras de vidas perdidas cambien. Eso es poner la política primero y los derechos de movilidad y vida después. Al revés.
Dirán algunos que tapar un hueco es tapar un hueco. Díficil argumentar en contrario. Pero de tanto tapar huecos por tapar huecos no hemos tenido tiempo de revisar por qué proliferan así en la ciudad. ¿Materiales? ¿Diseños? ¿Suelos? ¿Cambio climático? ¿Sobrepeso en el tráfico? Si lo supiéramos pronto, estaríamos de verdad tapando el hueco y no solo ganando tiempo mientras vuelve a aparecer.
Dirán algunos que es fácil deshacer el trancón. Más vías y pico y placa. Justo lo que ha probado ser el fracaso en otros países. Con los trancones encima de los puentes y de los intercambiadores. Haciendo obras solo para correr el embudo de una intersección a otra. Si lo hiciéramos menos al revés, no pararían de ser urgentes la discusiones sobre el transporte público y las bicicletas como medios cotidianos. Para ver si el trancón desaparece no por cambiarlo de lugar sino por reducir los vehículos.
(A todas estas, ¿no tienen la sensación de que el sistema integrado de transporte de Manizales fue tema secundario en Caldas en la campaña al Congreso? Y eso que será un proyecto que tendrá toda la ingerencia del gobierno nacional)
Un respiro en el cambio de enfoque para las soluciones fue la reciente publicación del Grupo de Investigación en Movilidad Sostenible de la Universidad Nacional. Los autores Diego A. Escobar, Juan E. Aristázabal y Carlos A. Moncada demostraron que la Avenida Santander requiere al menos 9 cebras o cruces peatonales más (https://bit.ly/37Nx8bq). Desarrollaron una metodología para detectar “zonas de baja accesibilidad peatonal” y usarla como herramienta de planeación territorial. Parten de que en esa vía existen zonas en las cuales un peatón no encuentra cruces peatonales en menos de 30 segundos, es decir, en una distancia máxima promedio de 80 metros.
Una solución de movilidad pensada desde la vida y los derechos.
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