Camilo Vallejo
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Arrancó el nuevo presidente y Caldas no tiene quien le escriba. Todavía se busca a aquel que en el departamento sea el dueño de la línea que conduce a Gustavo Petro. Líderes locales tocan y tocan las puertas de cualquiera que se atreva a decir que tiene la clave. Hay muchos que dicen tenerla, pero a ojos de la opinión solo se ven como cazadores de una bendición apenas prometida.
El 28 de julio, este periódico publicó que cuatro caldenses estarían en el sonajero del nuevo gabinete. Al momento que se escribe esta columna, a ninguno le ha sonado la flauta pero están que se acomodan. Lleguen o no lleguen, ninguno parece con el peso suficiente para ser el canal. Menos con un presidente que, a juzgar por su gobierno en Bogotá, suele crear anillos de confianza bastante cerrados, incluso si tiene que dejar por fuera a pesos pesados y aliados.
El primero sería Álvaro Echeverry Londoño, amigo personal de Roy Barreras. Exsecretario general del opaco Partido de la U. Exdirector de consulta previa en el Ministerio del Interior de Juan Fernando Cristo. Protagonista en el empalme del sector interior. Puede ser un canal atractivo por su conocimiento de lo más menudo en lo nacional, pero luce bastante desconectado de la realidad del departamento.
El segundo es el exsenador Mauricio Lizcano. Ha sabido nunca irse o ha sabido siempre volver. Se fue a estudiar al exterior en el momento en el que las denuncias por clientelismo y despojo de tierras le tocaron a la puerta. Volvió y se sumó a las victorias de alcaldía y gobernación. Hace poco conocimos que su pareja terminó contratada en Empocaldas por Wilder Escobar, hoy representante por su movimiento. Aunque terminó al mando del empalme, se percibe que al círculo cercano del presidente y a algunos ministros les preocupa que su renovada exposición reviva escándalos que perjudiquen al gobierno.
El tercero es el lizcanista Carlos Alberto Piedrahíta, director del Hospital Santa Sofía. No inspira confianza en varios sectores por su recorrido político. Denuncias por estar forzando a sus empleados a recoger firmas para su movimiento. Denuncias por especialistas y administrativos colados al inicio de la vacunación. Denuncias por poner su imagen en una valla pagada con recursos públicos, en violación de la ley anticorrupción. Estuvo de invitado especial al empalme de la nueva ministra de salud, Carolina Corcho, pero disocia más de lo que une.
El último es el exrepresentante José Luis Correa, a quien han querido hacer pasar como experto en el puesto que le pongan. Junto a su familia fue uno de los primeros aliados en la región de Mario Castaño y gracias a él llegó al Congreso. Es cierto que se distanció, pero no parece que haya sido precisamente para denunciar la corrupción. Participa del gobierno de Caldas pero también, según varios medios, le alcanzó para hacer campaña junto al partido del alcalde de Manizales, al borde de la doble militancia. Los buses de su familia vistieron del rojo Castaño hace 4 años, y de verde y Pacto este año. Por eso, a pesar de todo lo que suena estos días, los liberales no lo ven liberal ni los petristas lo ven petrista. Difícil mensajero.
Del alcalde, del representante Santiago Osorio, del par de secretarios de despacho que fueron y volvieron al empalme con un par de fotos, no se ve aún la fuerza que le hable al presidente.
El domingo 27 de febrero, en campaña, Gustavo Petro llegó a Manizales 3 horas tarde. El lunes 2 de mayo, anunció que cancelaba su gira en el Eje Cafetero por amenazas. El 25 de mayo no llegó a Expoferias y obligó a su gente a conformarse con los segundones. El 15 de junio hizo una visita fugaz a Anserma, casi sin bajarse de la camioneta, de paso hacia una finca cafetera en la que le harían fotos.
Así amanezcamos con ministro caldense, se siente algo de irrelevancia a los ojos del nuevo mandatario. A juzgar por declaraciones, que en general nombran la educación, la salud, la pobreza y otras cosas que sí tocan a Caldas, parece que pocos de nuestros trasnochos particulares lo trasnochan. Quizás no hay quien le ponga el foco de este lado y hoy Caldas no tiene quién le escriba. Quizás necesitamos dejar de esperar que nos escriban estos malos intérpretes. Pero no aprendemos cómo hacerlo.
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