Camilo Vallejo
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Nos robaron, otra vez. El robo a Caldas no es el viejo, el mítico, ese es juego de niños. El verdadero es este, en pleno siglo XXI. El del exsenador Mario Castaño y sus marionetas. ¿Qué será que tenemos que nos repetimos? ¿Qué flota en el ambiente? ¿Qué tiene esta tierra? Que cada cierto tiempo nos robamos los unos a los otros. Que cada generación tiene que ver una vez más que no fue la del cambio y vuelve y revive sus tragedias.
El caso de Las Marionetas tiene proporciones difíciles de superar en el país. De talla nacional. De vergüenza internacional. Empieza a dejar de verse como una corrupción esporádica o de algunas pocas personas, y comienza a parecerse a la macrocriminalidad, a la captura y reconfiguración cooptada del Estado, diría el economista Luis Jorge Garay.
Hay que decirlo así, sin disimulo. Así nos digan, otra vez, exagerados, alarmistas, fatalistas, fracasómanos. Y si exagero, pues permítanme el dislate hoy. Es que a fuerza de esconderlo no vamos a echar para atrás lo que el país ya está viendo de nosotros. Por maquillarlo no vamos a disminuir los efectos que esto trae en imagen, en inversión, en competitividad y, sobre todo, en pérdida de confianza frente a una ciudadanía caldense que viene con el vaso rebozado desde las movilizaciones de 2021. Por hablarlo pasito no evitamos la dificultad de defender, a nivel nacional, proyectos como Aerocafé o el Sistema Integrado de Transporte, pues estamos regalando las razones para que sigan viéndolos como caprichos de una región que fácil le pasa esto, robarse a sí misma.
Van 33 detenidos. De todos, 19 son de Caldas, más de la mitad; esto contando al senador, a la cabeza, que es de nuestra cosecha. Hoy son tres municipios de Caldas sin alcalde. Tres. ¿Se lee bien? Tres. El 11% de los alcaldes del departamento. ¿Sigue viéndose poco? 1 de cada 9. Los tres ya aceptaron cargos, el de Villamaría, el de La Merced, el de Aguadas. Cometieron el delito, no queda duda. En las audiencias se mencionaron otras alcaldías como Chinchiná, Marmato, Neira, Pácora, Palestina, Risaralda, Salamina y Samaná. Hasta a la Gobernación entró en la colada. Es decir que si nos va del todo mal, vamos a terminar con una gobernación y 11 alcaldías acusadas.
¿Qué tienen nuestras instituciones en Caldas que parece tan fácil el abuso? Rutinas difíciles de cambiar, con las que al final cada funcionario termina acomodado en su rueda. ¿Qué tienen nuestros liderazgos? Exceso de ambición, de vanidad, de preocupación por sus proyectos personales; evitan las decisiones difíciles, que no dan réditos, y son proclives al atajo en metas y dinero para asegurarse su futuro. ¿Qué tiene nuestra sociedad civil? Que está supeditada a lo que deje el Estado en empleo, ingresos y conveniencias, entonces va en silencio, ayudándose para el beneficio de corto plazo así no le quede nada en el largo. Estamos desinformados, sin saber o sin querer saber cómo van las cosas en datos y resultados, sometidos a la efectividad de la propaganda hasta que terminamos, confundidos, aplaudiendo al peor.
No queda cómo decir que nos tomó por sorpresa. La historia del partido Liberal y del senador Castaño en el departamento traía sus antecedentes, sus rumores y sus sospechas. Con eso no no se podía salir a señalar, pero mínimo, mínimo, sí ir a preguntar, a cuestionar, a exigir explicación. Pero dejamos eso solo en manos de periodistas y veedores, como si no fuera un tema de ciudadanía, y no alcanzó para detenerlo.
Tampoco queda cómo decir que esto es de gente aparecida. El alcalde de Villamaría fue gerente de la Asociación Cable Aéreo y el de Aguadas fue secretario de medio ambiente de Manizales. Ni qué decir del prófugo Juan Carlos Martínez, que fue gerente de Assbasalud. Los 3 en la alcaldía pasada de Octavio Cardona. Acá cerquita, en el curubito del poder regional.
¿Soluciones? Identificar lo que repetimos en las instituciones, gobierno tras gobierno. Transformarlas para no volver a lo mismo. ¿Que se necesita? Inversión, capacidad, voluntad política. Propongo lo que digo siempre, reducir las márgenes por donde se cuela el dedo y la arbitrariedad en los contratos directos. Esa fue la base de las marionetas y sus coimas. ¿La esperanza? Que al ver cambios, así sean difíciles para quienes andan más acomodados, los demás vuelvan a creer en sus instituciones cercanas.
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