La semana pasada en El Espectador, el columnista Óscar Guardiola-Rivera resaltaba que estamos viviendo un momento de crisis global, en el que “nos sentimos desorientados, como si el suelo estuviera a punto de abrirse y nosotros a punto de caer”. Afirmaba que esta desorientación aparece por un pacto secreto que existe entre el engaño y lo que nos es familiar. En otras palabras, surge por esa facilidad con la que nos engañamos al asumir como legal, normal y razonable lo que apenas vemos familiar, conocido, tradicional, distinguido o heredado.
Como en gran parte de Colombia, en Caldas y Manizales todavía decidimos algo de lo público con lo que nos parece familiar. Ha sido histórica nuestra idea de construir el poder a partir de creer razonable el gobernar con lo conocido y el conocido, con lo familiar y el familiar, con lo distinguido y los distinguidos, con lo cercano y los amigos. Incluso gobernamos con fórmulas que asumimos normales a fuerza de lo heredadas o tradicionales que las vemos. Hasta que este engaño nos pone bajo el riesgo de una corrupción que se naturaliza fácil y de un abuso de poder que se justifica rápido.
No es descartar cualquier referencia de lo que nos es familiar en las expresiones de poder. Pero sí es reivindicar la sospecha de que eso familiar encarna siempre la posibilidad del engaño.
Dos ejemplos sobre cómo se gobierna en Caldas con lo familiar o lo conocido:
Primero, el nepotismo y el amiguismo. Lo más explícito del gobierno de lo familiar. Dos engaños que pervierten la objetividad de una decisiones públicas y que convierten en abuso la discrecionalidad de otras.
Ya se ha hablado de las relaciones familiares en la Alcaldía de Manizales, en Infimanizales e Inficaldas. En sus cargos, en los políticos parientes, en sus contratistas. No repetimos por espacio. Eso sí, La Patria acaba de contar que ahora hay que sumar la contratación en la Alcaldía de la novia del gerente del Invama, hermana del gerente de Infimanizales.
Segundo, las fórmulas y los métodos que se usan para invertir los recursos públicos. Como la normalidad del contrato directo, lo común en la obra sin estudios, lo habitual de cualquier adición o prórroga, lo razonable de cualquer tipo de empresa pública nueva, lo tradicional de una junta directiva sin normas de gobierno corporativo. Todo muy familiar porque “así se ha hecho”, “es lo normal”, “es tradición”, “así lo soñaron nuestros abuelos”.
Como la fórmula habitual a la que tambíen acudió el gobierno anterior en Manizales, de usar la empresa de acueducto para contratar de manera directa las obras que se podrían licitar (mirador de Niza, bulevar del Batallón, etc). La Contraloría de Manizales acaba de encontrar 12 hallazgos en Aguas de Manizales, 9 de ellos que debería revisar la Procuraduría y 3 de ellos que debería investigar la Fiscalía.
Con estos ejemplos del uso de lo que es familiar en el poder sucede una de dos: o los gobernantes se engañan a sí mismos al creer que lo cercano es garantía de éxito o seguridad, o los gobernantes pretenden engañarnos con la supuesta confianza que da lo familiar y lo conocido. Pero pronto pasa todo lo contrario, el engaño cae rápido y, al final, todos con la sensación de caer a través del suelo que se abre, con la desconfianza permanente.
Si se quiere hacer política anticorrupción, es urgente construir formas de poder que nos permitan saber cuándo renunciar a lo familiar, cómo denunciar su engaño y cómo evitar su aparición cada que se muestra como fórmula infalible en el razonar del gobierno. El poder tiene que ser más que cambiar lo familiar del otro, que me da sospecha, por lo familiar mío, que me da confianza, porque es solo el mismo malo conocido. Eso se logra es fortaleciendo la institucionalidad al punto de que lo normal no sea gobernar con los amigos, como dicen, sino gobernar con instituciones que nos protejan del engaño de la confianza con los amigos.
Entre bambalinas: Una forma de romper ese hábito nuestro de engañarnos con lo familiar, con lo conocido, es aplicar reglas de gobierno corporativo para nuestras empresas públicas, especialmente para sus juntas directivas y su cargos de decisión. Estamos desarmados ante el engaño de lo familiar y lo conocido.
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