Camilo Vallejo
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La Cumbre de Rio, en 1992, zanjó para todos los países las preocupaciones del cambio climático. Unas semanas después, con las cámaras y los micrófonos de la cumbre ya apagados, Dominique Strauss-Kahn, entonces ministro de economía francés, hizo una confesión. En pleno consejo de ministros dijo que en realidad creía que su ministerio era el de las cosas importantes mientras que el de ambiente era el de las “cosas de chicas”. Esta escena del consejo de ministros francés se ha usado para poner de ejemplo la soberbia climática que alcanza nuestra civilización. Con un enfoque, de callejón sin salida, en el que todavía se cree posible actuar en economía sin actuar en cambio climático. Que sigue sin ver que la discusión típica de productividad, empleo y salarios son apenas coyunturales ante el desastre planetario que estamos tejiendo entre los años. Pero además una escena que pone de presente que la lucha climática es una en cámara y otra fuera del aire.
Tuvimos alcalde y a su secretario de ambiente en la reciente cumbre de la COP26, en Escocia. Con cámaras bastante similares a las de Río en 1992. Ahora bien, ¿qué se dirá en un consejo de gobierno de la ciudad después de que cada alcalde está en cumbres internacionales como esta? ¿Saldrá algún strauss-kahn de montaña que diga que el cambio climático son “cosas de chicas”? Es posible que sí. Pero creo que hay tres expresiones muy políticas que podrían salir y marcar nuestro futuro climático en lo local.
Primera: “Eso no da votos” o “eso quita votos”. Es fácil percibir que las políticas que luchan contra el cambio climático aleja a los políticos de los votos. Por ejemplo, la movilidad con combustibles fósiles (motos, vehículos, y demás) no se toca en la ciudad. Si mucho se teoriza, se planea el plan de movilidad, el maestro, el de desarrollo, el de ordenamiento, pero que lo ejecute otro. Moverse en la ciudad, a costa del cambio climático, debe seguir siendo fácil, amplio y barato, y reelección asegurada.
Cada vez menos, pero todavía se celebran más planchas de asfalto que agravan el efecto probado de “isla urbana de calor”. Se sigue aplazando un sistema integrado de transporte que incentive transición energética en los buses. El muy osado, decreta pico y placa, que es un fracaso ya probado porque incentiva más compra de vehículos. Al que le va bien, tira una línea de cable aéreo eléctrico sin los pasajeros seguros, con un discurso que le eche tierra a los buses chimenea que él tampoco piensa poner en cintura, porque algunos dan votos.
Segunda: “Eso afecta mi carrera política”. Es una tragedia que mientras la lucha contra el cambio climático exige una planeación de larguísimo plazo, lo que nuestro gobernantes planean a futuro son sus carreras políticas. Desde chiquitos ya calculan en qué año serán presidentes. Que ellos van a ser políticos toda la vida, nos dicen, como advirtiéndonos una condena. La de un futuro sin planeta pero con ellos siempre elegidos.
Por eso Mauricio García Villegas advertía hace una semana que las políticas de educación no avanzan por nuestro embeleco con el presente, nuestro “presentismo”, que definió como el espacio que va de una elección presidencial a otra. En lo local el presentismo va entre la elección del alcalde o gobernador y la siguiente que ellos tengan en su planes: de congresista, de ministro. Así tampoco avanzan las políticas climáticas impopulares y largas. Ellos no tienen el teflón para soportar lo uno ni tiempo para los réditos lejanos de lo otro. Entonces lo que alcance en 4 años, que para el cambio climático es apenas un pestañeo.
Tercera: “No podemos pelear con el Gobierno nacional”. La política climática que avanza en lo local es la que no haga disgustar al presidente de turno, no sea que nos vaya a cortar el chorro en este centralismo desgarrador.
Solo veamos cómo la obra de la PTAR para descontaminar el agua, nos dejó en Manizales un acuerdo tácito entre dos gobiernos, incluso opositores: el silencio sobre por qué el Gobierno nacional obligó a hacer tres veces la misma licitación con la misma y única empresa ganadora. Esa política climática de descontaminar el agua, que fuimos a mostrar al mundo, me late que nos puede salir mal, como suele pasar con las licitaciones de uno. Pero no importa, no sea que el presidente se nos disguste.
Igual, si esto explota, que queme al que viene en cola.
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