El siglo XXI se ha caracterizado por la presencia de las redes sociales y especialmente por su uso y abuso. Éstas acabaron con la vida privada de las personas y propiciaron un cambio cultural, actualmente todas las actividades familiares y personales son “subidas” a las redes e inclusive se convirtieron en un excelente medio publicitario para los comerciantes.
Anteriormente los anónimos se consideraban un acto de cobardía y de irrespeto. Se usaban básicamente para intimidar y amenazar a las personas. Lo normal era que a un anónimo no se le paraban “ bolas”. Twitter se convirtió, entre otras, en una herramienta propicia para los anónimos.
Dentro del marco del Hay Festival de Cartagena la columnista-escritora Carolina Sanín comentó durante su participación, sobre las dificultades que ha tenido porque a través de las redes sociales critican y atacan sus columnas. Inclusive manifestó que al principio ella trataba de aclarar y defender la posición de sus escritos; sin embargo, con el tiempo tuvo que dejar de contestar los mensajes porque se dio cuenta que a las personas no les interesaba el debate, ni entender la posición de la escritora, sino que usaban la plataforma para desahogarse o para hacer catarsis.
Ante las agresiones y mal uso que le dan algunas personas a las redes, es muy importante que el gobierno nacional esté atento y vigilante y evite que por medio de ellas se amenace y se intimide a la comunidad.
Otro problema que presentan es que los jóvenes y la mayoría de los “youtuber” están viviendo de los seguidores y de los “like” que reciben, por lo que si un video, o un comentario o una foto que suben no son comentadas y aprobadas, entran fácilmente en depresión.
No tengo duda de que Donald Trump llegó a la Presidencia de los Estados Unidos gracias a Facebook y Twitter, de las que es un adicto. En campaña las utilizó para dar a conocer su programa de gobierno y en el ejercicio de su mandato para informar sobre las actividades que realizaba, para nombrar y destituir a sus colaboradores y, lo más desafortunado, para atacar y denigrar de sus contrincantes, con quienes era implacable.
Estoy convencido de que si no hubiera sido por el pésimo manejo que le dio a la pandemia, Trump habría sido reelegido. En Twitter tenía cerca de noventa millones de seguidores, lo que le permitió que el 70% de ellos considerara que las pasadas elecciones fueran fraudulentas -así no se haya podido probar judicialmente-, y uno de cada seis de sus seguidores está totalmente de acuerdo con la toma del Congreso que el mismo Trump propició a través de esta plataforma tecnológica.
Ante el manejo que Trump le estaba dando a las plataformas antes de entregar su Presidencia, especialmente por las mentiras, los ataques a sus opositores y la invitación a marchas violentas, Facebook y Twitter tomaron la decisión de sancionarlo suspendiendo sus cuentas en ellas.
Ante tanto abuso y tanta manipulación a la comunidad generada por el señor Trump, había que tomar esa decisión. Hoy estamos tranquilos y de acuerdo con la decisión de suspender estas cuentas, lo delicado es que puede llegar a suceder que en el futuro se tomen decisiones similares a ésta, sin tener claro el criterio, haciendo que los propietarios de las plataformas manipulen a la comunidad y sobre todo que influyan sobre los modos de pensar y de actuar, y coarten la libertad de expresión.
Nuestro país no es ajeno a la penetración de las redes sociales, que entre otras están siendo muy aprovechadas por nuestros gobernantes para informar a la comunidad acerca de sus actos de gobierno. Se dice que éstas jugaron un papel muy importante en el plebiscito por la paz en el gobierno de Santos. En el caso nuestro también es claro que Carlos Mario Marín llegó a la Alcaldía gracias al uso que le dio a estas plataformas. Igualmente, no tengo ninguna duda que para la próxima elección presidencial su uso va a jugar un papel fundamental.
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