Justo cuando estamos atravesando el peor momento de la pandemia, cuando acabamos de pasar el peor pico que se presentó durante abril, en el que los contagios de covid se dispararon, las UCIS llegaron al máximo nivel de ocupación y se presentaron el mayor número de muertes diarias en el país, cuando creíamos que el comercio y en general la economía estaban despegando, volvimos a las épocas de las marchas y protestas en que estábamos a finales del 2019 y principios del 2020.
Desde el pasado 28 de abril el caos ha sido total, llegando a niveles nunca vistos en el país y en la ciudad. Las marchas han tenido la característica que en su inicio son pacíficas, pero a medida que pasan las horas, el ambiente se torna oscuro, complicado y peligroso. Al caer la tarde aparecen los desadaptados, infiltrados y otro tipo de personajes totalmente diferentes a los que las iniciaron, quienes se encargan de destruir todo lo que encuentran a su paso y se enfrentan abiertamente con la policía.
El reinicio de las marchas se dio por dos argumentos nuevos. El primero, la gente está muy cansada de estar encerrada y con muchas dificultades económicas y el segundo, la tan cacareada reforma tributaria, siendo esta sin lugar a dudas “la gota que derramó la copa”. Aunque hay que aclarar que el momento estaba dado para que cualquier motivo sirviera para enardecer a la comunidad.
El país se encuentra totalmente paralizado. Las ciudades como nunca antes se había presentado están desbastecidas, en los supermercados están empezando a faltar algunos productos. El fantasma venezolano empieza a rondar. El gobierno está sitiado, no da ninguna muestra de autoridad y no sabe qué hacer y cómo recuperar la paz y la tranquilidad en el país.
Lo más grave es que estas manifestaciones multitudinarias van a disparar aún más los contagios, contribuyendo al colapso de las UCI y al aumento de los muertos por causa de la enfermedad, lo que puede llegar a generar a su vez dificultades a las funerarias para el manejo de los cadáveres.
Las marchas y la anarquía trajeron consigo que el gobierno retirara el proyecto de ley de la reforma tributaria y que el ministro de hacienda renunciara. Sin embargo, con esto no se logró nada. Los manifestantes están envalentonados y lograron sin darse cuenta, al menos en Caldas, tumbar los toques de queda y los pico y cedula. No tiene ningún sentido establecerlos si los marchantes los incumplen tranquilamente.
El futuro es muy incierto. Por supuesto la comunidad tiene pleno derecho a manifestarse y protestar. Lo que desde ningún punto de vista está bien visto es que destruyan bienes públicos y privados. En algunas oportunidades pueden presentarse desmanes por parte de la policía — lo que tampoco está bien —, pero hay que tener en cuenta que los agentes están para proteger a la ciudadanía y sus bienes y sobre todo que también son seres humanos y son provocados y atacados. Lo más impactante es que en muchas oportunidades los policías pueden ser vecinos, amigos y hasta familiares de los que los están agrediendo. ¿Qué sentirán las familias de los policías?
La crisis política y social del país es muy complicada. Las tres ramas del poder están desprestigiadas. Las centrales obreras y los líderes sindicales no tienen capacidad de convocatoria y perdieron representatividad. Las marchas no tienen un líder visible, ni gremio que las represente. Son convocadas y manejadas por las redes sociales y sus peticiones desbordan la capacidad económica y de gestión del país.
El presidente Duque, gústenos o no, es nuestro gobernante y si se cae, el caos puede ser aún mayor. Hasta Petro tiene miedo de que esto llegue a suceder. No se puede olvidar que en las elecciones presidenciales nos tocó escoger entre Duque y Petro y muchos votaron por el mal menor. Llevamos aproximadamente diez años viviendo una polarización política muy fuerte y agresiva.
Hay que recuperar urgentemente la paz y tranquilidad en el país y de la única manera que esto se puede lograr es rodeando y acompañando al presidente, quien está tratando de establecer unos diálogos con los marchantes, que ojalá resulten fructíferos.
Mientras tanto, no deja de ser muy paradójico que el presidente Uribe haya encontrado a la llegada a su presidencia un país totalmente sitiado y haya recuperado la confianza en el país y que en estos momentos un presidente de su partido tenga al país paralizado.
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