Beatriz Chaves Echeverry
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Escribo este artículo con admiración hacia una mujer que fue un símbolo para su país y para el mundo: la reina Isabel II, tal vez los que están en contra de la monarquía no la hayan apreciado y crean que su papel fue sobre todo decorativo, pero ésta fue una mujer que asumió su destino con valentía, renunció a algo muy importante para una madre y una esposa, el tiempo con su familia y la intimidad, pues al asumir su papel de soberana debió darle prioridad a todas las responsabilidades que venían con la corona que recibió y que cumplió al pie de la letra.
Ella fue una constante histórica por los últimos setenta años y, en un mundo tan cambiante, ese es un papel importante, pues da un principio de estabilidad a un planeta que ha pasado por guerras, cambios tan significativos como la perestroika, la caída del muro de Berlín y en la historia reciente, la guerra entre Rusia y Ucrania, que afecta a Europa principalmente, pero cuyos efectos se sienten mucho más lejos. Con gestos sutiles, pero contundentes, la reina expresó su apoyo al pueblo ucraniano al vestirse con los colores de su bandera.
Muchos personajes significativos compartieron con ella trascendentales momentos de la historia, tal vez el más importante de todos haya sido Sir Winston Churchill, quien fue su mentor y guía cuando tuvo que asumir su papel de soberana, con apenas 26 años. Como lo expresó en unas declaraciones: “Este es un trabajo de por vida”, pocos de nosotros sabemos lo que significa asumir un compromiso que sólo se termina con la muerte.
Pienso que la llegada de la vejez le permitió ser más auténtica, su risa en los últimos tiempos mostraba más amplitud y espontaneidad, creo que ese es el beneficio que nos dan los años, pero hubo un momento que me conmovió profundamente y fue el día en el que enterró a su esposo y ella estaba sola, en un atrio de la capilla de San Jorge, sin la compañía de sus hijos y nietos, en el momento de mayor tristeza, ese es el costo que pagó esta mujer por ocupar un lugar que no buscó, simplemente heredó por un extraño giro del destino, pues su tío, el rey Eduardo VIII, abdicó para casarse con una mujer americana, que además se había divorciado dos veces, la intención de este hombre enamorado, de casarse con Wallis Simpson, provocó una crisis constitucional en el Reino Unido que lo llevó a separarse del trono, que recayó en su hermano, Jorge VI, el padre de Isabel.
Por lo que conocimos de la vida de Diana Spencer, su nuera, ser parte de una casa real no es nada fácil, mucho menos ser la base sobre la que recae todo el peso de una monarquía tan antigua como la inglesa, pero Isabel II siempre cumplió con sus obligaciones y con la entrega a su pueblo: “Declaro ante todos ustedes que toda mi vida, sea larga o corta, estará dedicada a su servicio y al servicio de nuestra gran familia imperial, a la que todos pertenecemos”. Esta fue la promesa que hizo al cumplir 21 años, el 21 de abril de 1947 y que cumplió a cabalidad hasta su muerte, esta mujer admirable, quien sin duda ha dejado una huella en la historia, que descanse en paz.
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