Beatriz Chaves Echeverry
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No conozco mucho de la cultura afgana, como muchas otras cosas en mi vida, el acercamiento ha sido a través de la literatura, en el caso particular de esta cultura, fue a través de dos novelas del autor afgano Khaled Hosseini: Cometas en el cielo y Mil soles espléndidos. Hago referencia en este artículo a la segunda, publicada en el 2007, porque se centra de una manera especial en el universo femenino, sus protagonistas son dos mujeres cuyas vidas se entrelazan por la tragedia de un matrimonio obligado por las convenciones sociales o por las circunstancias, pero no por el amor, la vida de Mariam está marcada por el estigma de ser una hija ilegítima, fruto de la relación de su padre con su sirvienta, ser una harami (bastarda) hace que la niña crezca sintiendo el rechazo, que finalmente desencadena el suicidio de su madre y la condena a sufrir un matrimonio arreglado con un hombre mucho mayor que ella, su historia se entrecruza con la de Laila, una muchacha hermosa que pierde a sus padres a causa de la guerra y termina refugiada en la casa de Mariam y su marido, a causa de la desprotección en la que se encuentra y de un embarazo que debe ocultar, acepta ser la segunda esposa de Rashid, así el destino las une definitivamente.
La novela permite al lector adentrarse en la vida de estas mujeres, compartir sus tristezas y su desventura, admirar su tenacidad y la solidaridad que les permite sobreponerse a tantas dificultades, así sea a través del sacrificio. Ahora el mundo es testigo de una nueva tragedia, esta vez con mujeres de carne y hueso, que nuevamente se enfrentan a un régimen represivo, que en el pasado les negó todos sus derechos como el libre acceso a la educación, la posibilidad de recorrer las calles de sus ciudades sin la compañía estricta de un pariente cercano, también les negó el acceso al trabajo fuera de sus casas; las obligó a llevar burkas y les prohibió usar zapatos que hicieran ruido al caminar; un acto tan sencillo como pintarse las uñas era castigado con la mutilación de los dedos, ni se diga hechos como el adulterio, que las mujeres pagaban con la vida. Los talibanes prohibieron la televisión, el cine y la música, que triste un mundo sin música, no quisiera vivir en él. Después de la caída del régimen Talibán en el 2001, por veinte años las mujeres afganas conocieron la libertad, tuvieron acceso a la educación y muchas se hicieron profesionales y llegaron a cargos importantes, inclusive representación en el parlamento y presencia en los medios de comunicación, pero ahora estas mujeres temen por su vida, nuevamente están escondidas en sus casas por miedo a la represión del régimen talibán, algunas universitarias han quemado sus libros y han cancelado sus redes sociales para que los talibanes no las identifiquen. Por eso hay que entender a todas las personas que tratan de huir de ese país, las cicatrices que dejó ese régimen, a pesar de haber sido tan corto son profundas, ahora que volvieron al poder, las afganas esperan lo peor, ojalá que estos veinte años que tuvieron para prepararse les ayuden a resistir y a construir tiempos mejores para ellas y sus hijas. Los talibanes saben que el mundo los está observando y seguro muchas de las mujeres que ahora huyen se convertirán en voceras de la resistencia ante la comunidad internacional, para que ésta le exija al nuevo régimen respeto por sus derechos. Lamento que las mujeres de Afganistán tengan que sufrir una nueva época de oscuridad y represión como la que narra el médico y escritor afgano en su libro Mil soles espléndidos, que les recomiendo leer.
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