Beatriz Chaves Echeverry
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Hace unos días tengo estas palabras rondando en mi mente, ¿por qué aparecen en nuestro escudo?, ¿por qué son tan importantes?, ¿cómo lograr el equilibrio entre estos dos conceptos para construir el país que queremos?
Creo que nuestros próceres sabían que para cimentar las bases de un país no puede existir la libertad sin el orden. En estos días hemos visto gran derroche de libertad de expresión, la gente ha salido a las marchas a protestar y a exigir un cambio, eso es bueno y demuestra que la mayoría de los colombianos queremos un país más justo, con mejores oportunidades para las generaciones cuya obligación es comenzar a construir un presente y un futuro para ellos y sus hijos. Porque a los jóvenes se les llegó el momento de transformar y lo están haciendo, pero parte de ese cambio que quieren también se hace aportando a la sociedad, no sólo protestando. Escucho a las personas de mi generación criticando a los jóvenes que marchan con el argumento de “es que ellos no saben lo que es pagar un recibo de servicio público, mucho menos lo que es comprar un mercado”, es verdad, hay que prepararlos para esa realidad y no es con subsidios, es enseñándoles el valor del trabajo.
Yo sí creo que la base de un Estado más justo es preparar a la mayor cantidad de gente con educación de calidad, pero de acuerdo a su contexto, que el campesino sepa cómo trabajar su tierra de la mejor manera, pero que al momento de sacar a vender sus productos consiga precios justos, porque ¿qué sería de este país si los campesinos abandonaran el campo para venirse a la ciudad? Más cinturones de miseria y hambre generalizada, porque la coca no se come, el petróleo tampoco, si no miremos a nuestros vecinos, ¿de qué les sirven sus reservas de petróleo si no tienen qué comer? A los indígenas hay que presentarles alternativas de subsistencia que no estén ligadas a los cultivos ilícitos, porque si el narcotráfico sigue siendo la mejor alternativa para muchos, es muy difícil que este negocio, que ahora sustenta no sólo a los clásicos mafiosos, que han existido en este país ya por décadas, si no a la guerrilla, a los antiguos paras, a las bacrim y a muchos más, se extinga.
Una Colombia empresarial, agrícola, emprendedora, honesta y justa es la que necesitamos, pero esa Colombia no se puede hacer realidad en medio de la violencia, el caos, los bloqueos, el desabastecimiento, la quiebra de los campesinos y el cierre de las empresas, la pérdida de empleos, la fuga de capitales, la desbandada que generan el miedo y la incertidumbre cuando el panorama se vuelve más que gris: oscuro. Por todo esto el orden tiene que regresar, no un orden dictatorial y violento, no, un orden conciliador, presto a la escucha pero recto y firme a la hora de proteger lo que llevamos doscientos años construyendo; esta Colombia que amamos, que es nuestro hogar por elección, por decisión y por destino, porque si aquí nacimos es porque nos corresponde esta experiencia. También nos corresponde aportar para el cambio, por eso es tan importante mirar a quién elegimos, no es suficiente con criticar a los corruptos si en época de elecciones se nos olvida su prontuario y los volvemos a elegir.
Sin duda el próximo presidente tendrá el peso más grande que cualquier otro antecesor haya cargado sobre sus hombros. Espero que esa figura que nos de esperanza y nos guíe para construir la nueva Colombia surja pronto, yo todavía no la veo. Es necesario que esa persona mantenga el perfecto equilibrio entre la Libertad y el Orden, porque el futuro de nuestro país depende de ello.
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