Augusto Morales

Otrora, la concepción que se tenía del ‘progreso’ de las ciudades se hallaba circunscrita a su vertiginosa expansión, al tamaño de sus edificaciones, al crecimiento del transporte vehicular, así el avance de los servicios públicos o la calidad de vida de los habitantes no llevaran el mismo ritmo.
El derecho al ‘medio ambiente’ es un tema bastante complejo y novedoso entre nosotros, haciendo parte de él, el “derecho al paisaje”. Del primero se empezó a tener apenas conciencia en Colombia bien entrada la década de los años 90, iniciándose con la expedición de la Constitución de 1991 -con su componente la “constitución ecológica”-. Del derecho al paisaje no pasaba de ser una simple contemplación.
Con la modernidad, hacer compatibles ‘progreso’ y ‘medio ambiente’ empezó a generar grandes dificultades políticas, económicas y sociales, como bien lo informan las sentencias judiciales y los medios de comunicación, problemas que antes no existían, o mejor, no importaban o se toleraban. Hoy, en ocasiones, el medio ambiente tiene que ceder al desarrollo, desde luego, con filosofía y limitaciones que imponen las normas legales.
La Real Academia Española de la Lengua define el paisaje como la “parte de un territorio que puede ser observada desde un determinado lugar”, y por “paisaje protegido”, lo comprende el “Espacio natural que, por sus valores estéticos y culturales, es objeto de protección legal para garantizar su conservación”. La Convención Europea del Paisaje del 20 de octubre de 2000, reconoce en su preámbulo que, “el paisaje es un elemento importante de la calidad de vida de las poblaciones en todas partes: en los medios urbanos y rurales, en las zonas degradadas y de gran calidad, en los espacios de reconocida belleza excepcional y en los más cotidianos”, además, que “es un elemento clave del bienestar individual y social y de que su protección, gestión y ordenación implican derechos y responsabilidades para todos”.
Para disfrutar del derecho al paisaje es común que se tenga que ascender a las más altas edificaciones, o ir a buscarlos desde sitios elevados a varios kilómetros de las ciudades, lo que hasta ahora no acontece con Manizales.
De las cosas que verdaderamente caracterizan, asombran y se admiran de nuestra capital, es su configuración urbana y paisajística, debido a su propia topografía y de aquella que la circunda, en donde casi cualquier punto es apropiado para apreciarlas y disfrutarlas, ya sea desde el barrio Chipre o a lo largo de la avenida Centenario, ya desde cualquier esquina de la carrera 23 o de la avenida Santander, o en toda la extensión de la avenida Alberto Mendoza Hoyos, o ya sea desde el Barrio Milán o del Cerro de Oro; desde cualquiera de nuestras universidades o colegios, clínicas u hospitales, etc., etc., y actualmente desde algunos de los más encumbrados edificios que han abierto sus puertas para el disfrute del lugar y de la majestuosidad de la ciudad y de su entorno natural, con la gama de verdes que acicalan sus montañas.
Los centros antiguos de las ciudades -las que muy pocas conservan-, son hoy la admiración de propios y foráneos, muchos de los cuales son exaltados como patrimonio de las colectividades. Por fortuna, Manizales logró mantener algunas de sus joyas arquitectónicas, pero lo propio no está pasando con el paisaje. En tal sentido, qué cantidad de edificaciones, generalmente multifamiliares de grandes proporciones, se están construyendo en Manizales, las que de alguna manera están impidiendo el disfrute de lo que ha sido nuestro patrimonio paisajístico. Si se pregunta por el valor de un apartamento u oficina en uno de tales inmuebles, el mismo depende de su ubicación dentro de la construcción: a piso más alto, mucho mayor será su precio, el que puede oscilar en varios millones de pesos. Ese paisaje que ‘era’ de todos, ahora solo lo pueden disfrutar en toda su dimensión y en forma exclusiva, los moradores de aquellos.
¿Acaso llegará el momento en que para gozar nuestros paisajes tendremos que conformarnos con subir al corredor polaco de la Catedral para admirar el patrimonio que algún día nos perteneció?
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