Augusto Morales

Los cementerios tienen su propia reglamentación, y aunque tradicionalmente han sido administrados por las iglesias, con la ‘modernización’ (entiéndase cremación), se han fortalecido o creado variedad de empresas privadas del ramo, con la respectiva oferta de servicios funerarios.
En una época más bien reciente, pero distinta a la de ahora, realizar alguna actividad extraña al rito funeral tradicional era impensable, no solo porque generaba, además del respeto, el consabido temor por los difuntos. Rompiendo esa tradición en Manizales, el cementerio “San Esteban” (primer mártir de la historia del catolicismo, que se rememora cada 26 de diciembre), se ha convertido igualmente en escenario cultural, como aconteció con la presentación de la Orquesta de Cámara de Caldas, y más recientemente, con una extraordinaria conferencia dictada acerca del lugar por un experto investigador, gracias a la Cuarta edición de la Cátedra de Historia Regional de Manizales y Caldas “Alipio Jaramillo Giraldo”, organizada por la Corporación “Piedra Maní” y la Universidad de Caldas, bajo la Coordinación del abogado y profesor Francisco Javier González.
Pero recordemos algo de legislación sobre los cementerios. Nuestro Código Civil en el artículo 672 (Ley 84 de 26 mayo de 1873), dispuso que el uso y goce de los cementerios situados en posesión de particulares, pasarán junto con ellas y con los ornamentos, vasos y demás objetos pertenecientes a ellos, “a las personas que sucesivamente adquieran las posesiones en que están situados…”. Diecineve años después, el Congreso de Colombia expidió la Ley 34 de 1892, con la cual aprobó una convención adicional al Concordato de 1887 en el Papado de León XIII y la Presidencia de Colombia de Carlos Holguín, suscrito “En el nombre de la Santísima Indivisible Trinidad”, y en virtud del cual en el artículo 15 se consagró que, “Se establece como regla general que todos los cementerios que existen en el territorio de la República, con excepción de los que sean de propiedad de individuos o entidades particulares, serán entregados a la autoridad eclesiástica, que los administrará y los reglamentará independientemente de la autoridad civil”. Sobre esos mismos lugares la Corte Constitucional ha dicho (Sentencia T-602 de 1996) que, la administración de un cementerio corresponde a la prestación de un servicio público “y, además, en cuanto a la posibilidad de celebrar oficios litúrgicos y actos de índole religiosa en su interior, los encargados de adoptar decisiones, aunque sean particulares, ejercen gran poder sobre los feligreses y ministros de las religiones, quienes, por tanto, se encuentran ante ellos en claro estado de indefensión”.
Este artículo lo escribo no solo para resaltar ese acercamiento que ha habido al cementerio a través de la música y la academia, sino, así mismo, para hacer referencia a algunos “epitafios”, cuyas lápidas contienen, a lo sumo, el nombre y apellidos del fallecido o “fallecida” (lo hago por equidad de género) y la fecha de su fallecimiento; pero hay otras que tienen inscripciones adicionales, tampoco tradicionales en esta zona del país, y que me han causado cierta curiosidad, las que seguramente la despertarán también en algunos de los lectores. Así, por ejemplo, un amigo viajero me decía que en algún cementerio de Sur América, distinto a Colombia, una tumba tenía como texto adicional, “Aquí yace el cuerpo de quien quiso ser Presidente de la República”.
Pero hay otros aún más curiosos, como el que le indicó una suegra a su yerno: “Descansa en paz hasta que volvamos a vernos”; u otro que indica “Aquí yace mi mujer fría como siempre”; o “Acá yace Juan García, que con un fósforo un día, fue a ver si gas había…y había”; o el inscrito a algún político administrador: “Aquí yace un hombre que hizo bien e hizo mal, El mal lo hizo muy bien y el bien lo hizo muy mal. Él descansa en paz y nosotros también”.
Quizás México sea alguno de los países que utiliza ese tipo de inscripciones. A quien llamaban “El Pescador” le compusieron: “Aquí yace alguien cuyo nombre se escribió en el mar: Recuerdo amoroso de su sirena”; o “Jacinto creía que era más veloz que los toros, Creyó mal”.
Para finalizar, aunque machista, es el epitafio que consideré más gracioso, in memoriam a W. Larsen (1896-1913): “Cinco reglas a seguir por el hombre para una vida feliz: 1. Es importante tener una mujer que ayude en casa, cocine de tiempo en tiempo, limpie la casa y tenga un empleo. 2. Es importante tener una mujer que te haga reír. 3. Es importante tener una mujer que puedas confiar en ella y no mienta. 4. Es importante tener una mujer que sea buena en la cama y que le guste estar contigo. 5. Es muy importante, que estas cuatro mujeres no se conozcan entre sí o podrías terminar muerto como yo”. Deseo un muy feliz año.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015