Haber sido partícipes del cambio de milenio como nos ocurrió hace algo más de 20 años al arribar a los años 2000, generó indudablemente un acontecimiento, por supuesto memorable, que dejaba un hito especial para la humanidad, pero es un mojón vaporoso e inasible, solo creador de un sinnúmero de sensaciones y percepciones derivadas de la culminación de un largo lapso de 10 centurias, del que solo los historiadores han podido examinar, registrar y proyectar, para que el resto de la humanidad pudiera comprender lo acontecido en toda esa época. Tal suceso hizo derivar, al tiempo, grandes expectativas, pero sin alcanzar a prever una tragedia como la que se vive hoy mundialmente.
Cuando el paso de la historia se mide por una centuria, la percepción de los hechos en ella ocurridos, por su proximidad, los hace más vivos, más accesibles para el hombre. Y eso es precisamente lo que ocurre con el desarrollo de las sociedades y las empresas u organizaciones que, como “La Patria”, han nacido y se mantienen durante todo ese lapso, lo que permite identificar y cualificar las distintas situaciones que se presentan frente a lo que fue, lo que se es, y lo que debe o ha debido ser.
La revolución informática que invadió todos los campos empezó a modificar los paradigmas de la información. Los medios de comunicación, especialmente escritos, se vieron atraídos por otros modelos y empezaron a incursionar en la radio y/o la televisión, y ahora en el mundo virtual; nuestro diario “La Patria” no ha sido ajeno a esos cambios y se ha sabido ajustar a los nuevos retos para llegar con la información de manera más eficaz a un auditorio o receptor más universal.
Quienes de una u otra manera han participado de su historia: propietarios, directivos, periodistas, anunciantes, colaboradores y lectores, debemos congratularnos como región, y más como caldenses, por haber mantenido y mantener en lo más alto, durante una centuria, ese faro que ilumina, guía y cuenta la historia regional, y deseamos siempre que con su perseverancia siga contribuyendo a construir la sociedad que todos merecemos.
Finalizaba la década de los 80, cuando empecé a consignar en las páginas de “La Patria” mis inquietudes y pensamientos orientado por un norte: construir cultura ciudadana. Sus directivos me han permitido que durante algo más de 6 lustros -con algunas interrupciones-, haya podido difundir no solo cómo es el funcionamiento del Estado, cuáles los derechos de las personas y las colectividades, sino cómo hacerlos valer frente a las autoridades. Tener prerrogativas y no saber cómo ejercerlas o exigirlas, dejan un sabor amargo a las democracias. Como mención anecdótica para ver cómo digitalmente trasciende fronteras nuestro centenario matutino: Una serie de artículos que se publicó en la columna “Se me ocurre…” sobre responsabilidad médica, fue acogida por un prestigioso togado chileno para ofrecer virtualmente sus servicios profesionales.
Las sociedades actuales que se dicen modernas, que con sus inventos en los distintos campos del saber procuran dar bienestar a las colectividades, contrasta con el egoísmo del ser humano, cada vez más sumido en la egolatría y la soberbia, estimulando la división y la incomprensión, sin aprehender cuál su verdadera razón de ser en el contexto social, del cual se hace responsable de su construcción o de su debacle. Con razón tuiteaba recientemente el filósofo francés Edgar Morin: “La ciencia avanza, la conciencia retrocede” (La science progresse, la conscience régresse).
“La Patria” llega a sus 100 años con nuevo formato, es patrimonio de los caldenses, debemos continuar apoyándolo y vanagloriarnos con el rumbo que ha mantenido durante estas 10 décadas: Nuestro periódico avanza en objetividad y progresa en construcción social.
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