Andrés Hurtado


Imaginé que cuando mis lectores leyeron el título de “Monumento a los zapatos” de mi crónica anterior, pensaron inmediatamente en el Tuerto López y su “Monumento a los zapatos viejos” de Cartagena. A los judíos de Budapest los amarraban por parejas a orilla del río, disparaban a uno y arrojaban a la pareja al Danubio. En el monumento hay zapatos de hombres, mujeres, niños y obreros, que recuerdan que fueron judíos de todas las clases sociales y edades los que fueron asesinados. Antes de amarrarlos los obligaban a descalzarse. Los zapatos en las escaseces de la Segunda Guerra eran muy solicitados. Gyala Pauer y Can Togay fueron los artistas del monumento. Las varias veces que pasé por el lugar durante mi estancia en Pest vi que los húngaros, seguramente parientes y descendientes de las víctimas, ponían flores o veladoras encendidas en los zapatos. Es un monumento conmovedor. La décima parte de los seis millones de judíos sacrificados por los nazis corresponde a ciudadanos húngaros.
Ahora sí, como dice “La Perrilla” de nuestro Marroquín: ”Con ella iba una perrilla…mas sin pasar adelante, es preciso que un instante gastemos en describilla”. (Describilla, así dice para salvar la rima). Lo que vamos a describir es el fastuoso Parlamento. Se abrió un concurso para elegir al arquitecto constructor y lo ganó Imre Steindl, quien para llevar a cabo su cometido se inspiró en el parlamento de Londres, pero no tuvo la suerte de ver terminada su imponente obra porque quedó ciego. Dentro del Parlamento están además de las oficinas de los parlamentarios las del primer ministro y del presidente.
Todas las medidas y números del Parlamento son de asombro. El palacio mide 268 metros de largo y 118 de ancho, tiene 691 habitaciones y 20 kilómetros de escaleras, es el tercero más grande del mundo después del de Rumania y Argentina. Las escaleras miden 20 kilómetros, en la construcción se emplearon 40 millones de ladrillos, en el interior hay 88 estatuas de los reyes, héroes y políticos empezando por San Esteban; el parlamento tiene medio millón de piedras preciosas y hay 40 kilogramos de oro de 22 kilates en las escaleras. Los guías del Parlamento dicen: ”todo lo que parece oro es oro”. Los principales materiales preciosos del interior son oro y mármol. Los ascensores tienen asientos. Hasta 1990 el aire acondicionado era producido por bloques de hielo. La corona de San Esteban guardada en el Parlamento pesa dos kilos y era llevada con un soporte. Los guías hacen notar que la cruz de la corona está torcida y no hay forma de enderezarla sin dañarla. El Parlamento húngaro consta de una sola cámara, la baja. El senado fue abolido en 1945. (Admirable, ojalá en Colombia elimináramos una, o tal vez las dos cámaras). Siendo todo el Parlamento objeto de gran admiración hay tres elementos que son fuera de serie: el salón de la cúpula, el de sesiones y la escalera de honor. El parlamento húngaro posee una curiosa sala que es única entre todos los parlamentos del mundo, la sala o corredor de los ceniceros. Los parlamentarios salen en los descansos a fumar puro y si no alcanzan a terminar la fumada lo dejan encendido en el mismo cenicero, el indicado para cada uno. Cuando el orador es muy bueno el puro se consume antes de salir al nuevo descanso. Cuando es malo los parlamentarios salen de la sala y continúan con la fumata. Cundo el orador es muy bueno los parlamentarios se quedan oyéndolo y al salir encuentran consumido su puro; entonces dicen: “este orador bien vale un puro”.
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