Andrés Hurtado


El virrey Ezpeleta luego de su mandato en nuestra Nueva Granada, fue nombrado, muchos años después, virrey de Navarra, su tierra, entre los años 1814 y 1820. Este buen gobernante se preocupó mucho por la cultura en Santafé de Bogotá. Tuvo suerte al no estar entre nosotros en los oscuros años cuando vino Pablo Morillo, el “Pacificador”.
Estando yo de viaje en Pamplona, la tierra de los sanfermines y la capital de Navarra, quise visitar el palacio de los Ezpeleta. Tiene una soberbia fachada barroca y a la sazón era un colegio de monjas. Le expliqué a la directora el motivo de mi visita y le pregunté quién vivió en ese palacio. No tenía ni idea. Le pregunté quién fue el señor Ezpeleta y tampoco tenía idea. Me fue entrando como rabiecita. Le dije: cómo es posible, madre directora, que usted no sepa quién vivió aquí, ya que el palacio lleva su nombre y según la historia fue un hombre muy importante en América y también aquí en Navarra. La monja seguía sin saber nada de nada lo que aumentó mi rabiecita. Le expliqué quién fue el noble señor, que había sido en la Nueva Granada hoy Colombia y cómo la planta principal de los páramos lleva su nombre. Además, le expliqué qué es para nosotros un páramo ya que para los españoles la palabra tiene otro significado. Le expliqué todo eso en un tonito un poco elevado y terminé diciéndole que era imperdonable su ignorancia. Esto, desde luego, no gustó a la reverenda madre. Prometí enviarle una foto de un frailejón, promesa que no cumplí adrede.
En un folleto de las fiestas de los sanfermines leí que el Capital General (así lo llaman allá) de la Nueva Granada donó un precioso vestido de ricas telas y joyas para la estatua de san Fermín, quien junto con san Francisco Javier es patrono de Navarra. El patrono de Pamplona es San Saturnino. Fuera de Pamplona casi todo mundo cree equivocadamente que el patrono de Pamplona es San Fermín. Hasta aquí la historia de mi pequeño berrinche con la madre superiora. Hoy el palacio de Ezpeleta está ocupado por unas dependencias oficiales.
Abandonada la historia con el palacio Ezpeleta, volvamos a nuestro camino. No muy lejos de La Esperanza se llega a la zona de la Laguna Negra, que se encuentra a la derecha de la carretera y que es asiento de un antiguo glaciar. Perdón por incluir la siguiente explicación: conozco a muchas personas que confunden los dos términos: glaciar y glacial. El primero es un sustantivo y se refiere a una extensión cubierta de hielo, una masa de hielo que en las montañas suele avanzar muy lentamente hacia el valle y el segundo es un adjetivo cuyos sinónimos son frío, helado, gélido.
La laguna se encuentra a 7,5 kilómetros del Parador Turístico La Esperanza, como se lo llama ahora. En otro punto de la carretera nos detuvimos; hacia la izquierda se abre una vista fenomenal del nevado. Estaba empenachado, como dije. Da tristeza ver el peladero en que se ha convertido la mole de nuestro Kumanday, nombre que le daban los indios. Las hermosas pendientes de nieve son ahora una masa oscura de rocas. Primero desapareció la nieve y en muchas partes el hielo que estaba debajo. En algunas paredes del nevado queda todavía hielo de color oscuro. Al mirar desde lejos la imagen general es una mole rocosa que a veces se adorna con una caperuza blanca de nieve y con la fumarola, cuando la tiene.
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