Andrés Hurtado


Quiniquiarí, sonora palabra, nombre del caño que recibe el Inírida por su margen derecha y que tiene cerca de su nacimiento abundante fauna de grandes mamíferos como dantas y venados y tras ellos, por supuesto, jaguares. Continuamos descendiendo el río Inírida
y no muy lejos nos encontramos con un raudal único en la selva. Único, según mis conocimientos. Se trata de Raudal Largo. Es único y especial porque no es transversal al río, sino longitudinal a él, con lo que quiero decir que sigue la dirección del río. No he conocido otro igual en todas mis andanzas por los ríos y caños de la selva. Y su nombre obedece a que es bastante largo. Este raudal parece mandado hacer por alguien, por algún demiurgo o diosecillo de la selva. Las márgenes tienen escalones como para sentarse a mirar el cauce enloquecido del río. En uno de sus anchos escalones coloqué una vez mi carpa nómada. Fue una noche de luna, maravillosa, arrullado por los ruidos de la selva y la sonora sinfonía del raudal.
Y así llegamos a Raudal Alto del Inírida del que ya hablé y que en mi relato divide al río en dos partes. Hasta aquí he recorrido los raudales de arriba para abajo. Ahora lo haré al revés, de abajo para arriba, comenzando en los Cerros de Mavicure y empatando en Raudal Alto.
Desde los Cerros hasta la desembocadura del Inírida en el Guaviare no hay raudales. Los raudales comienzan en los Cerros. Precisamente entre los tres hay un raudal que no es tan aparatoso y que de hecho muchas lanchas y voladoras lo ignoran, pasando por él con cuidado. Otras, especialmente las que llevan turistas, prefieren descargarlos antes del raudal, hacer que caminen un corto trecho por las rocas y volverlos a embarcar más adelante.
Y ¿por qué hablamos tanto de los raudales? Porque algunos son muy bellos, porque son parte importante del paisaje, porque interrumpen la navegación y obligan a los viajeros a descargar las canoas, trasladar la carga por las rocas, arrastrar las canoas o voladoras por la orilla o simplemente empujarlas por las rocas. Para los turistas estas eventualidades son parte del “paseo” y se aceptan gustosos y participan divertidos en los “trasteos”, en cambio para los moradores del río y de sus poblados son una molesta e inevitable experiencia sobre todo cuando las canoas van muy cargadas con provisiones y otros elementos.
Desde los Cerros de Mavicure hasta Raudal Alto hay cinco raudales, cuatro de ellos muy bellos y fotogénicos. Quizás algún lector se pregunte, ¿qué son los raudales de los que tanto se habla aquí? Un raudal, según mi definición, es un lugar del río en el que las piedras forman chorreras, correntones y remolinos peligrosos que impiden la navegación. Google define así los raudales: “Masa abundante de agua u otro líquido que corre con fuerza y rapidez”. En la Orinoquia el más famoso y publicitado raudal es el de Maipures en el río Orinoco, elogiado por el sabio Humboldt a su paso como la octava maravilla del mundo. Se encuentra en el Parque Nacional Natural Tuparro, ubicado en el Vichada y en límites con Venezuela. Otro raudal del Orinoco, bastante largo también es el de Atures que se encuentra entre dos poblaciones: Casuarito, (o Cazuarito) de Colombia y Puerto Ayacucho de Venezuela. Y en la selva son famosos el Raudal de Yuruparí (Vaupés) y el de Jirijirimo en el río Apaporis que marca límite entre los departamentos del Amazonas y del Vaupés. El río Caquetá tiene el famoso Raudal de Araracuara.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015