Andrés Hurtado


Suspendo aquí una serie de artículos sobre España, país que quiero mucho y que cada año visito invitado para dictar conferencias sobre Colombia. Hablé de aspectos históricos, geográficos, paisajísticos, turísticos, culturales, deportivos, arquitectónicos. Me quedaron faltando las ciudades, tema que abordaré en otra ocasión.
Ahora quiero "hundirme" en un viaje que realicé el año pasado a una ciudad que figura en la lista de las 20 más bellas del mundo, Budapest, la fantástica capital de Hungría. Y digo "hundirme" porque es una ciudad que subyuga, que encanta y alucina al visitante por su historia, por su personalidad, por la cultura de sus habitantes, por la cantidad de museos y de monumentos a los hombres grandes que en sus lares han sido y que los ciudadanos reconocen y admiran y por los genios que la ciudad ha dado a la humanidad y por la impresionante belleza arquitectónica. Y hablando de monumentos llama la atención que los ciudadanos los respetan y no los cubren de grafitis como en otras ciudades. Alucinado dije, -esa es la palabra- me levantaba todos los días alucinado a recorrer la ciudad, atravesando una y otra vez los puentes que unen a Buda y a Pest sobre el Danubio, el río que aguas abajo será inmortalizado en los valses de los compositores vieneses.
Estuviera donde estuviera, en cualquiera de los dos lados del gran río, siempre veía levantarse hacia el cielo, ¿con intención de horadarlo? las neogóticas flechas del soberbio parlamento, la maciza cúpula del Palacio Real asentado en la colina que domina la ciudad, las flamígeras estructuras de la iglesia de San Matías que parecen angélicas moradas y las ciclópeas torres de la basílica de san Esteban, el patrono de Hungría.
Como capital de Hungría la ciudad resume la historia del país, con sus grandezas y sus sufrimientos. Sufrimientos porque los húngaros vivieron en los siglos XIX y XX dolorosas situaciones políticas de las que salieron airosos gracias a su valor y resistencia pero a costa de grandes sacrificios. En el siglo XIX fue su pertenencia a la llamada monarquía-dual, el imperio austro-húngaro de Francisco José, que los húngaros repudiaban y en el siglo XX dos tiranías abominables, opresoras y asesinas: la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial y la tiranía soviética que le sucedió. Hungría es un país admirable, valiente y sufrido que representa hoy con su capital la cumbre de la cultura europea y que se ha convertido en meca de turismo multitudinario y selecto. Budapest es una ciudad limpia, culta, elegante, alegre.
Después de haber recorrido el ancho mundo era un pecado mío, mortal desde luego, gravísimo, no haber visitado Budapest. Me animó a hacerlo el oír a viajeros ilustrados que me contaban los encantos de Budapest y de Hungría. Aproveché una ocasión especial: el año pasado Colombia y Hungría iniciaron relaciones diplomáticas. Era, pues, el momento indicado. Fui y sé que volveré porque Budapest me encantó y volveré para conocer la belleza de sus pueblos y campiñas.
El gentilicio de la ciudad es curioso: aquineo o aquincense y viene de aquincum que fue un asentamiento primitivo de los celtas del que luego se apoderaron los romanos.
En 1873 se unificaron las ciudades de Buda y Obuda situadas al oeste del Danubio y la ciudad de Pest situada al este dando origen así al nombre actual de la ciudad. Para U City Guides Budapest es la novena ciudad más bella del mundo y en general se la incluye entre las 20 más bellas del planeta. Yo doy fe de su excepcional belleza y de su total tranquilidad.
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