Andrés Hurtado


Recordábamos que regresé a los predios del Nevado del Ruiz, nuestro volcán del patio de atrás. Salimos de Armenia y recorrimos la autopista del café, la más bella carretera de Colombia. Sus paisajes son hermosos, por algo la UNESCO declaró a nuestro paisaje cafetero como Patrimonio Cultural de la Humanidad: los cafetales, los árboles que les dan sombra, las casas bellamente pintadas y sus corredores que les dan la vuelta completa, los reductos de bosques con yarumos blancos, incluso los potreros…Así visitamos a Salento, a Cocora, a Filandia, a Pereira, a Chinchiná y a Manizales, ciudad de muchos de mis afectos.
Continuamos hacia el Nevado del Ruiz. El tramo entre Malterías y La Esperanza ofrece magníficos paisajes a la derecha. Llegamos al “kilómetro ocho” o La Esperanza. La parada en este sitio es obligatoria para tomar aguadepanela caliente con queso. En este sitio se concentran los que suben en carro hacia el nevado o hacia Murillo, algunos valientes en bicicletas de montaña, y los que siguen hacia Bogotá por el Páramo de Letras. Hace muchos años que yo no frecuentaba estos lugares y por ello admiré la remodelación del Parador. Desde allí hicimos las primeras fotos al nevado que se adornaba con una soberbia fumarola.
Fueron muchas las veces que subí hasta la cima del Ruiz partiendo a pie desde este sitio de la Esperanza, cargado con morrales pesados. Hubo otro intento de ascenso al Ruiz que nunca olvido y fue a los tres días de la fatídica tragedia que destruyó a Armero. Me llamó un periodista del desaparecido El Espacio, decir su nombre ya no es relevante. Lo dije y denuncié en su momento. Me dijo que seríamos los primeros en subir al volcán después de la tragedia y que me invitaban como gran conocedor que soy del Parque de los Nevados. Viajamos de Bogotá a Manizales en avión. Del citado periódico viajaron dos periodistas. En el aeropuerto de La Nubia nos esperaba un campero que nos subiría al nevado.
No muy lejos de La Esperanza un arroyo que venía del Ruiz había cavado tremendo hueco que atravesaba la carretera de modo que nos fue imposible subir en el vehículo. Debimos continuar a pie. El hueco nos dejó muy lejos del nevado. Debo reconocer la valentía de los dos periodistas de El Espacio, que eran fumadores y que no tenían ni experiencia ni físico para llegar hasta los 5.000 metros. Debimos cruzar varios pasos difíciles en los que las riadas del volcán destruyeron la carretera. Antes de llegar a las famosas “trece curvas” que están adosadas a La Olleta, encontramos una piedra de unos 3 metros de altura que el volcán había depositado allí. El periodista principal de El Espacio iba grabando todo lo que veía en la carretera y todas sus impresiones. Al llegar a la piedra dijo que tenía 25 metros. Yo venía ya un tanto “cabreado” por las exageraciones que el hombre decía y grababa. Le protesté porque la piedra no tenía 25 metros de altura y me dijo que yo no entendía de periodismo. Encaramos las temidas “trece curvas” bastante cansados, los gases del volcán dificultaban la respiración. En este sitio los vehículos suelen tener problemas por la falta de oxígeno. Los conductores deben adelantarles la chispa y como las curvas son muy estrechas los buses grandes en los que suben colegios o grupos numerosos deben hacer maniobras en las que los conductores se deben emplear a fondo para continuar el viaje. En la mitad de las curvas el periodista de marras se detuvo y fotografió un pequeño mar de nubes que se había posado en una hondonada a la izquierda.
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