Andrés Hurtado

Hablábamos del periodista mentiroso en el Ruiz.
Estábamos en las “trece curvas” y dijimos que había un pequeño mar de nubes que se había posado en la hondonada de la izquierda. Ni corto ni perezoso, pero sí muy exagerado y mentiroso el periodista de marras grabó en su casete que ese era el cráter al tiempo que tomaba la fotografía. Ahí sí me “emberraqué yo, como dice la popular expresión. Presento excusas a los lectores por emplear la folclórica palabreja. El hombre me sacó de quicio. Le dije alzando la voz que ese no era el cráter, que no mintiera. El “periodista” (entre comillas) sin exaltarse me repitió que yo no entendía nada de periodismo.
Le dije que para llegar al cráter nos faltaban mucho trecho y esfuerzo. Que primero teníamos que terminar las ”trece curvas”, caminar un trecho más o menos plano, llegar al refugio, subir la larga pendiente de nieve, y cruzar la explanada de la cima para llegar al cráter. Mis palabras no parecían importarle. El hecho es que llegamos al refugio que estaba destruido y sus ruinas humeaban. A consecuencia del calor la bombona de gas de la cocina explotó y la madera y el techo de paja fueron magnífico combustible para el incendio. Hasta allí llegamos. Yo quería subir a la cumbre pero ellos estaban muy cansados y para calentarse fumaban. Hace poco murió en Villavicencio, Marino, entrañable personaje que administró el refugio durante varios años. Los montañistas lo recordamos con cariño.
Descendimos y el periodista de mi historia seguía grabando exageraciones en su casete. Cuando llegamos al cerro Gualí, si mal no recuerdo allí en la base había una caseta donde vendían bebidas calientes. Encontramos a varios periodistas y a uno de ellos, que había sido alumno mío en el Colegio de Cristo, le conté de las mentiras del señor de El Espacio, para curarme en salud.
Llegados a Bogotá a los pocos días apareció en El Espacio una serie de tres artículos sobre nuestra aventura en el Ruiz con las consabidas exageraciones y mentiras. Menos mal que a mí solo me nombraron una vez. Escribí al director de ese periódico protestando por las mentiras y exigiendo rectificación. No obtuve respuesta. Parece que se abrigaban con la misma cobija. En vista de eso, escribí mi columna de LA PATRIA y de El Tiempo contando lo sucedido. Obviamente yo estaba preocupado porque los que conocen el Nevado, que son muchos, podrían pensar que yo avalé con mi viaje todas las mentiras del periodista de marras y por eso escribí protestando en los dos periódicos de los que soy columnista.
Volvamos a mi viaje. Pasada La Esperanza la carretera está pavimentada. Se ingresa a otro mundo: soledad, silencio, la majestad del páramo. Comienzan a aparecer los primeros frailejones que desde los barrancos parecen vigilar a los viajeros, o mejor mirarlos con cariño. Para los que amamos las montañas los frailejones, “los Espeletias” (con ese) son nuestros hermanos en el majestuoso mundo de los páramos.
Tengo una pequeña historia con este nombre de “los Espeletias”. La Expedición Botánica agradecida con El virrey Juan de Ezpeleta (con zeta) decidió clasificar estas plantas en su honor, poniéndoles su nombre. La verdad es que el virrey Ezpeleta pertenecía al más rancio abolengo y linaje navarro. Fue Virrey de la Nueva Granada entre 1789 y 1797.
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Paréntesis mercido
La revista de la Fuerza Aérea llega a los 75 años con su edición 306. Por la calidad del papel, por las plumas que la enaltecen y por las fotografías, es una de las más bellas revistas del país. Enhorabuena a nuestra Fuerza Aérea.
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