Andrés Hurtado


Klaus Barbie Altmann, “el carnicero de Lyon” increíblemente salió “no culpable” de los tribunales que juzgaron a los criminales nazis, porque los servicios secretos de los Estados Unidos lo salvaron, pues querían emplearlo para su beneficio delatando a otros criminales nazis con lo cual enfureció a Francia que lo solicitaba para juzgarlo por los crímenes cometidos en Lyon durante la ocupación alemana. Así funcionan las cosas cuando no hay moral en los gobiernos que se jactan de tenerla. Klaus fue a parar a Bolivia cuyos gobiernos derechistas lo protegieron y ayudaron. Eran los tiempos de Hugo Banzer y Luis García Meza, que fueron dictadores militares derechistas que reprimieron violentamente a las izquierdas del país. El criminal nazi se movía libremente por Bolivia como “perro por su casa”. Pero con el advenimiento de gobierno de Siles Suazo del movimiento MIR, Movimiento Izquierdista Revolucionario, las cosas cambiaron para Klaus. Francia pidió su extradición que le fue concedida y el criminal fue sentenciado en Lyon a cadena perpetua y murió de leucemia en prisión, en 1991. En uno de mis viajes a Bolivia, recorriendo la famosa y fatídica “Carretera de la muerte” pasamos por la finca donde vivió el criminal durante su estancia en el país andino.
Y hablando de la tal carretera a la que los bolivianos le hacen tanta propaganda no resisto la tentación de hacer un comentario. La carretera une a La Paz con la región de Las Yungas en la selva amazónica. Fue construida en 1930 utilizando a los prisioneros uruguayos de la Guerra del Chaco. Se sale de los 3.600 metros sobre el nivel del mar que es la altura de la Paz y se sube a 4.600 metros en medio de bellísimos paisajes. Nosotros íbamos en una camioneta. Allí hay un monumento religioso católico y una indígena quechua nos hizo una oración a los dioses de la montaña con sahumerio incluido para que nos protegiera en el peligroso descenso de 3.600 metros a lo largo de 60 kilómetros. La primera parte del descenso es una serie de curvas que no ofrecen ningún peligro. Luego se entra a la zona mortal. Hay partes de la carretera que miden escasamente tres metros de anchura. El terreno no está afirmado y las lluvias que son muy frecuentes van desgastando la carretera que además no tiene barandillas de protección en ninguna parte del trayecto.
La niebla que casi nunca falta y que es producto de la selva circundante dificulta aún más la conducción.
En la parte más peligrosa, llamada La Curva del Diablo, las llantas de los buses y camiones pasan a escasos centímetros del abismo. El promedio de accidentes por año es de 200 con 100 muertos. Cuando después de mucho tiempo logran sacar del abismo los vehículos encuentran dentro los esqueletos de los pasajeros. Tremendo problema se presenta cuando se cruzan dos vehículos. Solamente se atreven a conducir buses y camiones los choferes más avezados. Y casos ha habido en que buses se han tenido que devolver en reversa porque fue imposible circular por la Curva del Diablo. En este sitio generalmente los choferes y pasajeros se bajan para poner piedras en el borde de la carretera. Hay un sector con 800 metros de vacío. El accidente más impresionante ocurrió en 1983 cuando un bus se fue al abismo y hubo más de 100 muertos. Y uno se pregunta, cómo sería de grande ese bus. No fue sino declararla como la carretera más peligrosa del mundo para que se incrementara de manera impresionante el turismo nacional e internacional para ir a recorrerla.
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