Andrea Arango Gutiérrez


Después de las elecciones del 13 de marzo, el partido de gobierno, el Centro Democrático, fue el más afectado de la contienda. Pasó de tener 52 congresistas a 29, dejó de ser la primera fuerza en el Senado con 19 senadores, a ser la quinta con 13; en contraste, el Pacto Histórico, proyecto de oposición, se convirtió en el partido con más congresistas, pasando de 13 a 45. Frente a este panorama, los líderes de opinión del Centro Democrático activaron su estrategia discursiva en contra del contrincante más fuerte: Gustavo Petro.
Es importante resaltar que el Centro Democrático ha sido muy exitoso en desarrollar estrategias discursivas simples y de gran calado en la población para oponerse a determinados proyectos políticos. Durante el gobierno de Álvaro Uribe, toda manifestación social era desactivada con el discurso de “la infiltración de la guerrilla” y posteriormente con “la expansión del socialismo en América Latina a través del Foro de São Pablo”; también, para oponerse a la reelección de Juan Manuel Santos se decía que éste le “entregaría el país a las Farc” y en contra del plebiscito por la paz activaron la idea de un acuerdo de paz que amenazaba los valores familiares con una “ideología de género” que los transversalizaba; del mismo modo, para las elecciones presidenciales del 2018, la estrategia discursiva en contra de Petro fue que el candidato era la encarnación de Fidel Castro y Hugo Chávez, quien implementaría en Colombia un “régimen castro-chavista” y nos llevaría a vivir una crisis económica como la de Venezuela.
Al pasar las legislativas, el partido de gobierno activó su estrategia discursiva en contra de Gustavo Petro, el candidato más opcionado en las encuestas para ganar la Presidencia. Ya que el “castro-chavismo” y el miedo de “convertirnos en Venezuela” no han dado resultados, se acudió a presentar al candidato como una “amenaza para la libertad, las instituciones democráticas y la economía de mercado” por ser un líder “populista” y porque sus propuestas de aumentar impuestos al latifundio improductivo de tierras fértiles, (lo que Petro llamaba democratizar el campo) han sido presentadas como “expropiación de tierras”, un “riesgo para la propiedad privada”.
La primera vuelta el pasado 29 de mayo dejó derrotado al candidato del Centro Democrático, Federico Gutiérrez, con el 23,91% de la votación. Esas elecciones fueron el triunfo del cambio, la derrota de las maquinarias y la crisis de la continuidad. De cara a este escenario, el Centro Democrático ha tenido que corregir su discurso para apoyar al segundo en la contienda: Rodolfo Hernández, un candidato claramente “populista” y adverso a las “instituciones democráticas”, quien prevé la promulgación de un estado de conmoción interior en el que los pesos y contrapesos cesarían para agilizar las decisiones públicas de su programa de gobierno.
Es por esto que se ha activado la idea del “antipetrismo”; una nueva vertiente que recogería todos los votos de los siete candidatos que aparecieron en el tarjetón, sumados los de Sergio Fajardo, en contra de Petro, para llegar a un total de 12’ 251.896 votos. Los líderes de opinión del Centro Democrático insisten en el discurso de Petro como “socialista camuflado” que generaría “pobreza extrema”, al ser una amenaza para la economía de mercado; mientras que, Hernández podría mantener el crecimiento económico y la libertad comercial, sin interferir en la estructura de la propiedad privada en Colombia.
Es astuta la estrategia del Centro Democrático al entender que el antiuribismo ha ganado fuerza en la población y que la necesidad de cambio es imperante; en vez de apelar al legado de Uribe, están apelando al miedo a Petro, insistiendo en la polarización. Ahora que el discurso se les ha vaciado de contenido frente al cuidado de las instituciones democráticas de un líder populista, insisten en la amenaza a la propiedad privada y en los odios personales para reivindicar el “antipetrismo”. Todo lo anterior resulta iluminador para entender el acercamiento fallido de Fajardo y Robledo a Hernández, y el posterior llamado al voto en blanco; estos saben que no existe tal “socialismo camuflado” ni “amenaza a la propiedad privada” en el programa de gobierno de Petro, pero que aún así insisten, como los uribistas, en “cualquiera, (porque Rodolfo Hernández es cualquiera) menos Petro”.
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