Ana María Mesa

He leído posiciones encontradas sobre la participación de los hombres en la conversación sobre feminismo. Hay quienes opinan que ya a ellos los hemos oído suficiente, que es hora de que hablemos nosotras, que sobre cómo nos sentimos ellos no podrían opinar puesto que no son sus emociones o sus sentimientos y que la empatía no alcanza para tanto.
Digo “la conversación sobre el feminismo” porque así entiendo a este movimiento. No creo que nadie sea dueño exclusivo de sus banderas, aunque por supuesto reconozco que hay mujeres que han sido pioneras en poner estos asuntos sobre la mesa y otras que llegaron después que tienen un discurso que admiro y que me inspira, pero no creo que se trate de una religión a la que uno se adhiere sin hacer preguntas. Entiendo al feminismo, entonces, como una conversación sobre necesarias nuevas maneras de relacionarnos. Un movimiento que hace un reclamo de justicia e igualdad que es benéfico tanto para las mujeres como para los hombres. No de la misma manera, porque igual no hemos sido tratados, pero que no pretende disminuir a los hombres como este sistema patriarcal ha disminuido a las mujeres.
También creo que en nombre del feminismo pueden cometerse errores, porque no somos perfectas, porque somos simples seres humanos, porque también en nombre de la justicia se han cometido injusticias, y sin embargo eso no desvirtúa al movimiento.
Uno de los errores que creo que cometemos es pretender excluir a los hombres de esta conversación. Tanto a los que se dicen nuestros aliados, como a los que definitivamente se sienten amenazados por el movimiento. Estoy de acuerdo en que en general los tipos necesitan aprender a escuchar, pero mandarlos a callar me parece irónico: un movimiento que aboga por las libertades haciendo algo parecido a lo que critica.
Admitir su participación es exigente porque no se trata solamente de indicar lo que debe ser, sino de tener claros los argumentos por los cuales algunas cosas deben cambiar. Escuchar a quienes nos critican y tratar de no desviar la conversación sobre esos puntos que todavía pueden alejarnos me parece fundamental porque no se trata de decir “miren cómo hemos avanzado en esta manera de pensar”, sino de que podamos caminar todos juntos, de lo contrario ¿qué sentido tiene?
A los hombres que se dicen nuestros aliados: decir que lo son no los hace automáticamente menos machistas, no los convierte automáticamente en algo que todavía no existe con claridad, individuos de una sociedad justa. Mucha de la violencia del patriarcado es fácilmente identificable, pero otro tanto es bastante sutil y hay que estar alertas tratando de detectarlo. Sin embargo, y aunque nos cueste tanto, agradezco que quieran dar esta discusión con nosotras, de nuestro lado, hace mucha falta que los tipos se planten delante de algunos señores y señalen con nosotras las injusticias. Lamentablemente muchos de ellos solo entenderán algo de lo que estamos diciendo cuando lo digan otros hombres. Y eso podrá prepararlos para que nos escuchen a nosotras.
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