Ana María Mesa


Un gran poder conlleva una gran responsabilidad nos enseñó Ben, el tío del Hombre Araña y en estos tiempos del ciudadano reportero donde al parecer cualquiera con un canal puede informar y por lo tanto ejercer algunas o todas las funciones del oficio del periodismo, conviene que algunos rudimentos de esta profesión sean al menos difundidos hacia todos lados.
Los periodistas estamos obligados por la profesión, cuando lo hacemos con responsabilidad, a contrastar y verificar la información. Es decir, comprobar que los datos son ciertos con más de una fuente (que es como le decimos a las personas o a los archivos documentales con los que construimos las noticias) y a tratar de ponderar esa información presentando varias perspectivas frente a los mismos hechos. Quienes no son periodistas dirán que hacer eso no está a su alcance, pero no es cierto. Sus fuentes son otros periodistas y los hay de todos los colores. Cuando reciben una cadena de Whatsapp presentando algunos hechos, quienes no son periodistas también pueden verificarlos. Pueden buscar la misma información en varios medios de distintas orientaciones ideológicas. Buscando tres o cuatro artículos diferentes del que proviene la información podrán saber si lo que se dice ahí es cierto. Del mismo modo que lo hacemos los periodistas, de no poder verificar esa información lo más recomendable es no difundirla.
Los periodistas estamos obligados por la profesión a dudar de todo lo que se nos presenta como cierto, especialmente si hay intereses de por medio. Si un funcionario de la Alcaldía le dice que todo marcha de maravilla, desconfíe. Si un opositor le dice que todo es un despelote, desconfíe. Si solo le presentan un lado de la información, desconfíe. Si se trata de un programa que beneficia estudiantes y no aparecen en la información, desconfíe. Si se trata de información que acusa a los indígenas de estar bloqueando las vías y no aparecen los indígenas, desconfíe. Desconfíe y por lo tanto, no difunda esa información. No todo es una maravilla, no todo es un despelote. Hay posiciones ponderadas, desconfíe también de ellas.
Los periodistas estamos obligados por la profesión a verificar la identidad y la autoridad de nuestras fuentes. Su mejor amigo, que le parece muy inteligente y que es abogado y no sabe nada de ingeniería civil, no es fuente para informarle sobre el estado de la infraestructura del país. Él no sabe si todos los ingenieros son unos ladrones que dejan caer los puentes porque cambian unos materiales por otros. Su médico, que le parece brillante, no es fuente para informarle sobre la economía del país. Él también sacó esa cadena de Whatsapp que dice que nos vamos a convertir en Venezuela de su mejor amigo, abogado que tampoco sabe nada sobre economía, pero que recibió esa cadena de Whatsapp del hijo de otro amigo que no ha terminado el bachillerato, pero que quiere saber qué alcance tendría una cadena de Whatsapp que diga que nos vamos a convertir en Venezuela. La gente sabe de lo que sabe y a veces no sabe nada, pero hablan como si supieran. Lo mejor es no difundir, nunca, cadenas de Whatsapp.
En periodismo, si usted no puede defender esa información con su más importante capital, su credibilidad, mejor no difundirla. Y desconfíe.
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