Álvaro Gartner


En tres municipios caldenses organizan encuentros sobre literatura e investigación: el de Escritores en Filadelfia, el Anual de Marmatólogos y el de la Palabra en Riosucio. Encuentro equivale al acercamiento de dos mundos casi siempre distantes, la academia y el pueblo, para entenderse durante unos días con el idioma del pensamiento: el académico llega a reconocer su origen y renovar identidades; la colectividad suspende la rutina para acoger a gente de la cual espera recibir conocimientos.
Coinciden los certámenes en las dificultades para allegar recursos y acercarse a escritores de fama, así sea regional, lo cual suele lograrse mediante conocidos comunes. Todo se supera con mística, desde alcaldes consecuentes hasta estudiantes que hacen las veces de guías. Las inevitables fallas de organización y logística son solucionadas con celeridad y así no sea lo mejor, la voluntad llena los vacíos.
Parte de la población colabora: a veces con su amabilidad y sonrisa; a veces abre las mejores casas para acoger a invitados de alcurnia. Se considera un honor y queda para la historia familiar que un famoso pasó un par de noches en ella. Hay tal calidez que el invitado no se siente forastero.
Llega a un mundo sencillo, lejos de la presión de los pares y las exigencias de un entorno que no perdona descuidos. La cercanía de la gente lo relaja y permite dar lo mejor de sí, más humano que académico y expresa lo mejor de su pensamiento. Se emociona al verse rodeado de gente que quiere preguntarle o invitarlo a tomar un café o algo que dé tufo.
En Filadelfia fue celebrada la 21ª edición del Encuentro de Escritores en mayo pasado. Los organizadores hicieron malabares en medio de las lluvias que borraban carreteras. Algunos expositores debieron transbordar y otros llegar en camperos, pero allá estuvieron.
En Marmato será el sábado 24 el 7º Encuentro Anual de Marmatólogos, para disertar sobre el pueblo. Este año se hablará de los efectos de la sentencia de la Corte Constitucional que reconoció el derecho al trabajo minero artesanal en la parte alta del cerro de Loayza.
Y en Riosucio será el 33° Encuentro de la Palabra el segundo puente de agosto, ya sin la tutela de Otto Morales. Su capacidad de convicción permitió escuchar allí a personajes como Manuel Mejía Vallejo, William Ospina, Vicky Hernández, Rafael Humberto Moreno-Durán, Héctor Abad Facio-Lince, Helena Benítez de Zapata, Pedro Gómez Valderrama, Fernando Cruz Kronfly, Adalberto Agudelo, Florence Thomas, Meira Delmar, Maruja Vieira, Águeda Pizarro, Jaime Jaramillo Escobar, Juan Manuel Roca, María Mercedes Carranza, Enrique Buenaventura o Manuel Zapata Olivella, entre muchos.
A pesar de tan sentida ausencia, se ha mantenido conservando la calidad de los expositores, sin la profusión de otros tiempos, pero con el propósito intacto: “En defensa de la provincia debemos librar todos los combates”. Lo libra un puñado de jóvenes, bajo la guía de una presidenta veinteañera y una generación nueva que revive el interés por la cultura.
Sea en ‘La perla del Ingrumá’, ‘El pesebre de oro de Colombia’ o donde los hermanos se aman (‘philéo’, amar, y ‘adelfós’, hermanos=Filadelfia), los desafíos son mantenerse en el tiempo y conservar la razón de ser de cada encuentro, porque las dificultades pueden despertar el instinto del aguante, induciendo a hacer por hacer, sin saber por qué. Casos se han visto en otros lares.
Una manera de obrar con conciencia es decir a los invitados qué se espera de ellos, pues algunos se enfrascan en larguísimas conferencias, más aptas para la universidad que para un público que se aburre de lo lindo. En lugar de un solo expositor, podrían programar diálogos con moderador o una entrevista pública. Es más fluido y versátil.
Además, incluirlos en el pensum académico, para que los estudiantes hagan informes, análisis, ejercicios de comprensión de mensaje o investigaciones. Así funcionó durante los primeros Encuentros de la Palabra, hasta cuando los maestros se transformaron en docentes, anteponiendo sus días libres a su misión. Además, no todos los días de tiene un escritor a la mano…
Otro reto para los certámenes comarcanos es hacerlos resonar en los oídos de gobernantes, directores de medios y habitantes de capital. Aquellos tienen obligación de respaldarlos; estos encontrarán inapreciable material periodístico y los últimos tendrán pretexto para volver a ‘pueblear’.
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