“Es el momento de vivir sabroso”, dijo esta semana Francia Elena Márquez Mina, al ser presentada como la fórmula vicepresidencia de Gustavo Petro. Muchos nos tomamos la frase con gracia, como si fuera el nuevo eslogan del Pacto Histórico, ignorando la importancia y la carga simbólica de esa expresión: vivir sabroso.
Esas dos palabras pronunciadas en acento caucano por esta mujer negra, de pelo afro y vestidos coloridos, activista ambiental y líder social, nos reflejó como lo que somos: un país hipócrita, racista y clasista. Las redes sociales fueron un hervidero de eufemismos: “no soy racista, pero…”, “la negris esa”, “la grane que no sabe hablar”; las emisoras gobiernistas fueron más lejos y la periodista Paola Ochoa dijo el pasado jueves que el candidato de la derecha Federico ‘Fico’ Gutiérrez debe nombrar a un hombre como su fórmula vicepresidencial “porque si llega a poner una mujer se va a ver muy mona, muy maja, muy estrato seis, comparada con Francia (…) claramente no es estrato seis”.
Y el miércoles en Hora 20, de Caracol Radio, la invitada Alicia Eugenia Silva basó sus argumentos en que no le gusta como se expresa Francia Márquez (pero sí le gusta Fico, a pesar de que dice “haiga”) y, que por venir de territorios “enredados” y distantes de Bogotá, debe tener “contactos con grupos armados ilegales”. Una afirmación temeraria hacia una mujer amenazada de muerte por sus denuncias contra la minería ilegal y por luchar por los derechos de las comunidades afro.
Es como si no pudiésemos tolerar que una negra caucana sea elegida a ese cargo, tradicionalmente reservado para hombres y mujeres blancas de tendencias conservadoras. Solo aceptamos estos roles en la parodia. En la cara pintada de negro de algún actor de Sábados Felices que exagere el hablado del Pacífico colombiano y mucho rouge para exagerar el tamaño de la boca. Por eso nos pareció chistoso eso de “vivir sabroso”.
Para nosotros - cultura traquetizada que imita modelos foráneos - “vivir sabroso” es aspirar a un jet privado para que a las mujeres se les “llorosee la breva”, como dijo el aboganster Diego Cadena. Es tener inodoros en cuero y grifería dorada como ostentaba el hoy empresario encarcelado Carlos Mattos. Es exhibirse en las redes sociales con su Lamborghini, bolso Louis Vuitton y copa de champán como lo hizo Jenny Ambuila Chará, hija del corrupto jefe del Grupo de Control de Carga de la Dian en Buenaventura, Ómar Ambuila. Es traer animales de todas partes del mundo para tener su zoológico privado, como Pablo Escobar. Es soñar con un penthouse en el Poblado para cumplir fantasías sexuales o “de fiesta en fiesta y caballos, las mujeres son mi vida y mi parcero es el trago”, como canta Jhon Alex Castaño.
Sin embargo, a lo que se refiere esta mujer es a la resistencia y el equilibrio social. Es el modo de vivir de los colectivos afro de nuestro Pacífico, como lo expone Natalia Quiceno Toro en su investigación Vivir Sabroso. Luchas y movimientos afroatrateños, en Bojayá, Chocó, Colombia. Es estar sin miedo y con dignidad, como le dijo Francia Márquez al reportero de Caracol Noticias, Luis Eduardo Maldonado, cuando insistió que “vivir sabroso” implicaba tener plata.
Por eso no hay reproches si un negro como Miguel Polo Polo quiere ser como María Fernanda Cabal o José Felix Lafaurie: terratenientes, ganaderos, pasando vacaciones en playas privadas, fiestas exclusivas con cantantes vallenatos que les tengan dedicatorias, lucir ropa de marca, montar en Toyota Prado blanca y tener salario de congresista. Porque es lo que nosotros - blanquitos en problemas - consideramos que es “vivir sabroso”.
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